“Dejad
que los niños vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos
es el Reino de Dios”
(Lucas 18, 16).
(Material para retiros
espirituales)
P. Daniel Albarrán
Título
original: Material para retiros espirituales
Autor
:
P.
Daniel Albarrán.
Depósito legal: lf 0812007200229
ISBN 980-12-2382-0
Metodología y demás cosas útiles para el retiro:
Existen
muchos métodos de hacer un retiro espiritual. Hay quien se va al desierto, ya
sea geográfico, ya sea en sentido de apartamiento personal. Pero, no es
garantía del propio encuentro con su nada y con su todo. Puede ser útil.
Tradicionalmente, hay en la experiencia desierto una relación con el encuentro
con uno mismo. Sin embargo, no es garantía una experiencia de la otra realidad:
la del auto-encuentro.
Tampoco es
condición de un retiro espiritual el auto encontrarse. Eso podría ser un examen
de conciencia: la oportunidad para situarse uno con uno mismo, en algún aspecto
muy concreto de su vida personal. Sobre todo, con el más profundo sentido de
arrepentimiento y del pedir perdón en algo muy específico y concreto de la
vida. En donde necesita revisar ciertas actitudes y comportamientos y en donde
necesita revisar para cambiar comportamientos. No es esa la tarea de un retiro
espiritual. No se trata de una oportunidad para una especie de un pequeño
reformatorio. Además, no se trata del más mínimo sentido del “mea culpa”.
Quedan desde
un inicio descartados el desierto-auto encuentro, y el sentido único y exclusivo
del “mea culpa”. Respetamos a los que quieran hacer esa experiencia en estos
días. No es el mejor sitio ni la gran oportunidad, aunque, para el que la
busque será cualquier momento el oportuno para ello. Proponemos un poquito más
allá de esa frontera de la experiencia hasta ahora vivida de los retiros
espirituales.
Nuestro
objetivo busca ir más allá. El objetivo es la Revelación. Es
decir, el encuentro enriquecedor del Creador-Criatura. Esa quiere ser la
geografía que proponemos para este retiro espiritual.
Para ello
nuestra fuente va a ser exclusivamente las Sagradas Escrituras, en donde la
clave de interpretación será Creador-Criatura. El sentido de Revelación será
nuestra metodología. Creador-Criatura, será siempre la referencia. Pero
Creador-Criatura en la especificidad de la relación. Es decir, del tú a tú.
Dios, Creador (un tú), con la
Criatura (un tú, también). Proponemos la experiencia
relacional de dos tú en clave de comunicación.
¿Entonces no
será necesario el desierto o el apartamiento para conseguir esa tonificación y
plenificación de la relación? Tal vez. Pero, no será condicionante, tampoco su
medida o su garantía. Mucho menos una exigencia.
Por el
contrario, proponemos el jardín del Edén, como sugerencia mental geográfica,
desde la mentalidad de la
Revelación , como el lugar preferido para disponer nuestras
mentes y cuerpos en estos días maravillosos que vamos a experimentar.
¿Pero si se
presenta el desierto en estos días en todos, o en unos pocos de los
participantes de estos retiros espirituales? Será el desierto del que lo esté
experimentado. Respetémoslo porque será su circunstancia individual y será su
proceso personal, también necesario. Pero, pidamos que todos estemos, más bien,
en el jardín del Edén, donde preferiblemente pretenderemos estar todos, para
nuestro enriquecimiento personal.
Y, como se
trata del jardín del Edén, estamos en toda la plenitud de nuestras libertades:
todo nos está permitido, como nos los dice el libro del Génesis. Todo.
Absolutamente todo nos está permitido. Disponemos de él y en él todo lo que
queramos. Pero, tenemos un recordatorio: hay un árbol del que no podemos comer.
Hay una limitante. El árbol prohibido será el recordatorio que no podemos
convertirnos en propietarios absolutos del jardín: porque estamos colocados en
el jardín, pero no somos sus dueños.
Precisemos,
pues:
a)
Proponemos que no haya toque de campana para nada.
Ningún aviso nos va a recordar la actividad que corresponde a tal o cual hora.
Se dará el horario. Cada cual dispone asistir o no a la actividad. Se trata de
la libertad de los hijos de Dios. Total, estamos en el jardín del Edén. Todo
nos está permitido. Se empezará a la hora determinada en el horario, sobre
todo, en lo que corresponde el inicio de cada conferencia, sin avisos ni recordatorios.
b)
Igual será con el silencio: tampoco será una exigencia,
aunque en el transcurso de las conferencias o reflexiones será indispensable;
pero, no será sino en clave de Revelación: la libertad de los hijos de Dios y
en el jardín del Edén.
c)
La metodología de las reflexiones será en clave de
encuentros y de hallazgos. No se sabrá nada de nada, aunque exista una
preparación de los temas, como tiene que ser lógico y natural. Procuraremos
aplicar el método de la
Mayéutica socrática (“Yo sólo sé que no sé nada” o la
experiencia del conocer
ignorando (ignoto conoscere) para llegar a la "docta ignorantia"[1])Pero,
no será por eso una camisa de fuerza, por donde tengan que entrar todos. Todos
podemos aportar. Ahí estará la novedad del retiro espiritual de este año. Todos
podemos ayudar a descubrir-descubriendo. No hay limitación, ni a la pregunta,
ni al aporte, ni a la intervención. Será un taller-retiro y a la vez un
retiro-taller. La tarea del director del retiro será la de facilitador quien a
la hora de preparar este material, tanto el libro, como el material
audio-visual, experimentó nuevos descubrimientos, mientras los iba haciendo;
pero, que, volverá a descubrir cosas nuevas, mientras esté haciendo la tarea de
facilitador. Lo que le llevaría a escribir otro libro con los nuevos aportes de
todos. Con seguridad. No dejaremos nada para más tarde, en la medida de lo
posible. Aplicaremos el “aquí y el ahora”, es decir, vivir el momento (un poco
la manera hindú de vivir la historia) y con ello aplicaremos la sentencia
bíblica de que a cada día le bastan sus afanes. Mañana (el momento distinto al
de ahora) será mañana (cfr. la oración del Padre nuestro: Lc. 11, 3: danos
cada día nuestro pan cotidiano; vivir cada momento con sentido de
Providencia: cfr. Lc. 12, 27-32).
d)
El retiro será en equipo e individual. En la medida que
nos enriquezcamos con los aportes de todos, iremos interiorizando todas las
novedades y sorpresas que nos dará la experiencia de Revelación: en clave de
comunicación, de dos tús, o varios tús. Ahí estará la riqueza. Y será una
experiencia subjestiva: es decir, emocional, afectiva, que conllevará un
comportamiento nuevo, como consecuencia del encuentro con la Palabra. Es cuando
pasará de el equipo a convertirse en una experiencia individual: será, entonces,
efectiva.
e)
Un tema llevará al siguiente. Existirá conexión entre
todos los temas. Tal vez en el tema anterior, quedemos incompletos. De eso se
trata la metodología utilizada y por utilizar: la interconexión entre todos los
temas. Uno supone el siguiente y lo exige para completar. Lo que lleva a que se
trate de seguir la secuencia para el mejor aprovechamiento de todos. Puede ser
auto-excluyente el no seguir la conexión, sobre todo en las conferencias. Pero,
todo, en la libertad de los hijos de Dios y en el jardín del Edén.
Nos ayude
Dios a esta tarea. Y tiene que ayudarnos porque será en clave de Revelación. Haremos,
por sobre todo, teología. E, implícitamente, pura espiritualidad. Porque una
espiritualidad que no tenga como fundamento una auténtica teología corre el
peligro de ser una pura espiritualización de los textos, tal vez, muy emotivos,
pero sin fundamento humano y teológico. La teología está en estrecha conexión
con lo humano. No se distancian ni son antagónicos. Es importante precisarlo,
desde los mismos comienzos de esta experiencia.
Recomendación
para todo el retiro: es importante la asistencia a las Conferencias porque allí
estará el alimento y la experiencia. Sin embargo, el que quiera leer solo el
libro, el material escrito del retiro, puede hacerlo. Pero la clave va a estar
en las conferencias porque será un trabajo de equipo y será el compartir y el
abrir todas las posibilidades de ventanas nuevas, que serán las sorpresas.
Pero, en clave del jardín del Edén y en la libertad de los hijos de Dios.
Primera Conferencia:
«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los
hombres en quienes él se complace.»
Lucas 2, 8-16
:
Había en la misma comarca unos
pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño.
Se les presentó el Ángel del Señor, y la
gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.
El ángel les dijo: «No temáis, pues
os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy,
en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá
de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
Y de pronto se juntó con el ángel una
multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios
en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»
Y sucedió que cuando los ángeles,
dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos,
pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.»
Y fueron a toda prisa, y encontraron
a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
En San Lucas está la clave del nacimiento de Jesús:
Cada
evangelista, tiene una metodología y una temática. San Lucas, precisa desde el
comienzo de su evangelio, en clave de Revelación, la finalidad del nacimiento
de Jesús. El evangelista coloca en boca de los ángeles toda la interpretación
de las Sagradas Escrituras. Es importante que nosotros precisemos esa finalidad
ya precisada por el evangelista San Lucas.
El Evangelista
lo coloca en la frase tipo himno y festivo que
anuncian los ángeles: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra
paz a los hombres en quienes él se complace.» Justo, ahí, está una frase
que no es otra cosa que una pura revelación.
La típica
reflexión que solemos hacer en este apartado del evangelista San Lucas es que
Dios se revela a unos simples pastores. Si. No se discute. Tal vez,
rudimentarios, como eran unos simples pastores. Que no sabían y no tenían
tiempo para ser cultivados en las ciencias del saber religioso. Y, aquí, en un
gran porcentaje, todos espiritualizamos, desde los pastores, las maravillas de
Dios, que escoge a la gente humilde, sencilla, rústica, y sin experiencias
cultivadas para manifestarse. Pero, ahí no se queda la revelación. Va más allá.
La revelación
está en la frase comprensiva y en tipo compendio, como en un resumen, de todo
el sentido de las Sagradas Escrituras que es a la vez un procesado del
evangelista San Lucas. La gloria de Dios está en que el hombre tenga paz.
Algunos detalles de
resaltar:
La gloria de Dios:
¿En qué
consiste la gloria de Dios y la gloria a Dios? En que el hombre tenga paz.
Ya lo condiciona el propio evangelista. ¿Cuál es la alabanza a Dios, en que
cantemos himnos y recitemos los cánticos de la alabanza en donde aparezca a
cada instante la palabra Dios o su paralelo, y digamos alabado
sea su nombre, ahora y por siempre, o frases parecidas?
La alabanza
es la constante de todo el evangelio de San Lucas, sin duda[2].
¿Pero, la alabanza como actitud o respuesta constante de actitud religiosa? De
hecho, en varios apartados del mismo evangelio de San Lucas aparece la
alabanza, como sorpresa después de algunas acciones concretas de Jesús. Por
citar algunos, por ejemplo: Zacarías, cuando se le soltó la lengua, en el
nacimiento de Juan el Bautista (Lc. 1,64); Simeón y la profetisa Ana, en el
Templo, cuando la presentación del niño (Lc. 2,28; 38); el paralítico de la
camilla (Lc. 5,25-26); la resurrección del hijo de la viuda de Naím (Lc. 7,16).
Y, así, todos los otros casos del mismo Evangelio (13,13; 17,15; 18,43; 19,37;
24, 53). Ese dato constante en el Evangelio de San Lucas, también presente en
el caso del anuncio a los pastores, ¿no obedecerá a un tema preferido en San
Lucas? ¿No tendrá un propósito específico, como el de resaltar la admiración y
la alabanza a Dios, como tema recurrente en todo el Evangelio?
¿Pero en eso
consiste la gloria a Dios, a pesar de que sea una constante en el evangelio de
San Lucas?
¿Será que se
debe despertar en el ser humano, en clave relacional, la admiración y la
alabanza?
Si nos
detenemos con atención en el evangelista encontramos de inmediato la razón de
la gloria a Dios: que el hombre tenga paz. Ya lo dice el evangelista: «Gloria
a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se
complace.»
En la tierra paz a los
hombres:
No es otra la
gloria de Dios, sino que el hombre tenga paz.
Y esa paz se
realiza en el niño que acaba de nacer y que es el objetivo de la noticia de los
ángeles a los pastores. Independientemente que los pastores sean los humildes o
los pobres. Esa es una espiritualización del texto. El contenido teológico está
en que si el hombre tiene paz, esa es la gloria de Dios. Y, ahora, se va a
realizar la gloria, en el niño de Belén, que acaba de nacer.
La gloria de
Dios se hace carne: toma la condición humana. Ahora se realiza la gloria de
Dios.
En el niño de
Belén, se realiza la paz del hombre y la gloria de Dios.
Maravilloso
intercambio: Dios es glorificado en el Hijo porque el Hijo es la paz del
hombre.
En el Hijo se
plenifica el hombre: porque le va a traer la paz, que el hombre requiere, y eso
es la gloria de Dios.
De allí se
desprende que si el hombre no tiene paz, Dios no va a ser glorificado. Pero,
como el Hijo se hace carne, ya se realiza el plan de Dios, que no es otra cosa
que para el hombre. No para Dios, sino para el hombre.
Ya tenemos el
primer punto. Y clave. Si seguimos la metodología del evangelio de San Lucas.
Nos
corresponde continuar.
Pero, todo,
desde el niño de Belén: la
Encarnación.
Ahora bien:
¿de qué paz en el hombre es la gloria de Dios? ¿Qué paz ha perdido el hombre
que ahora la vuelve a recuperar a través del nacimiento del niño en Belén?
Sabemos que
la paz está en el niño que nace en Belén. Nos lo anuncia así el evangelista San
Lucas a través del recurso literario del anuncio de los ángeles a los pastores. Fruto de la
inspiración divina y de la
Revelación de los que el autor lucano es objeto e
instrumento.
Segunda Conferencia:
El jardín del Edén
Génesis 2, 7-10,
15-17:
Entonces Yahveh Dios formó al hombre
con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el
hombre un ser viviente.
Luego plantó Yahveh Dios un jardín en Edén, al
oriente, donde colocó al hombre que había formado.
Yahveh Dios hizo brotar del suelo
toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del
jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
De Edén salía un río que regaba el
jardín, y desde allí se repartía en cuatro brazos...
Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y
le dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase.
Y Dios impuso al hombre este
mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal
no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.»
El jardín del Edén la referencia para
comprender la paz del hombre que es la gloria de Dios:
Sin detenernos en el sentido
ideal del jardín del Edén, de cómo pudo haber sido antes o después, que sería tema
de fantasías o de mundos futuribles fruto de la imaginación, quedémonos con el
sentido teológico de fondo, que es lo que nos motiva. No puede ser otra la idea
que nos lleve a escudriñar los textos bíblicos con sentido de Sagradas
Escrituras, es decir, de Revelación[3].
El sentido teológico, no es otra
cosa, que bajo inspiración divina el autor o autores del libro del Génesis, nos
están diciendo que desde la creación Dios creó todo perfecto. Y que puso a la
criatura, con capacidad de la relación con el Creador, como co-dueño de lo
creado. Más no como el dueño. Ahí radica la capacidad de relación
Creador-Criatura.
En ese mundo, desde el punto de
la visión teológica, le está diciendo que como co-dueño puede disponer de todo.
Pero que tiene un árbol prohibido que le estará recordando que es criatura, es
decir, co-dueño. El árbol será el recordatorio de esa gran realidad. No puede
convertirse en dueño porque sería invertir el orden de lo creado. Eso es clave.
La criatura ha sido colocada en
el jardín del Edén. La idea del jardín es muy importante[4].
Es necesario resaltar que la idea del jardín se repite en la historia de la Salvación , sobre todo,
en la etapa final de la vida terrena de Jesús de Nazareth, en el Huerto de los
Olivos. Vuelve a repetirse la idea del jardín implícita en el libro del Génesis
justo en el momento pre-culmen de la Redención. Incluso
en el sitio de la crucifixión está la idea del jardín. Ese detalle es
importante resaltarlo.
Ideas
teológicas (con su gran carga humana) del jardín del Edén:
Puede disponer de todo: Es co-dueño:
Ciertamente
la situación del cómo era el mundo humano desde sus mismos inicios es un
misterio. Nadie lo sabe. Todo lo que se diga respecto a ese posible mundo no es
más que simple y pura imaginación y suposición. No somos conocedores, ni en lo
más mínimo, así se haya tenido revelaciones particulares al respecto. Es
necesario ser mucho más que humildes para no ser o convertirnos en sabedores de
realidades que se nos escapan. Sólo nos queda someternos al misterio de la fe y
decir con el autor inspirado que, teológicamente, era un mundo de relaciones
perfectas del Creador con la
Criatura. No tiene otra intención de fondo el autor o autores
del libro del Génesis que decirnos que las relaciones entre el Creador y la Criatura era eso mismo
que nos está diciendo: Creador-Criatura. En donde se guardaba la relación: uno,
el Creador; y, el otro, Criatura. Con todo lo que ello implica en esa realidad
teológica. Lo demás es tarea de la ciencia en sus muchas ramificaciones, que
cada una intentará acercarse al mismo misterio para explicar lo que cada una
pueda, en la medida en que pueda.
Así, por lo
menos, nos lo dice el libro del Génesis: “Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre
y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase (Gn. 2,15).
Está clara la
relación y el contrato: “para que lo labrase y cuidase”. Pero le dio la
libertad para que dispusiera de él: “Y Dios impuso al hombre este
mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer” (Gn. 2, 16).
De todo lo
que había podía comer. ¿Qué más podía aspirar la criatura? ¿No es acaso “el
comer” con todo lo que ello implica la gran meta del ser humano? ¿No hay en “el
comer” la gran satisfacción de todas las fatigas del ser humano? Ya no era ese
el problema, porque contaba con el mandato y permiso de la otra parte: del
Creador, del dueño del jardín.
Todo le
estaba permitido a la criatura. Estaba mandando y apoyado, como se dice.
No podemos
olvidar que la historia del libro del Génesis en los tres primeros capítulos es
un cuento con gran carga teológica. ¿O, acaso, es real y al pie de la letra lo
que se nos cuenta; quien escribió, entonces, un cronista del hecho? Entonces el
cronista tenía que ser el primer humano que existía y no Adán.
El contenido
teológico no es otro que Creador-Criatura y en relación estricta de esa gran y
única realidad. Un orden y una relación: Creador-Criatura. No, más; no, menos.
Todo lo más, es recurso; todo lo menos, es misterio. Lo que pase esa frontera,
un atrevimiento fantasioso.
Además, ya se
dice en el propio comienzo del libro: “En el principio creó Dios los cielos
y la tierra” (Gn. 1,1). Esa es la tesis teológica y su enunciado. Todo lo
demás es recurso para demostrar que todo fue creado por Dios. El cómo no es el
propósito del autor o autores del libro inspirado y de Revelación. Misterio. No
es sino tarea y propósito teológicos. No más. No menos.
El árbol prohibido: un recordatorio de la relación
Creador-Criatura:
Mandando y apoyado. Con la
autorización del dueño del jardín. ¡Qué más podía pedir!
Sin embargo, un recordatorio: “mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que
comieres de él, morirás sin remedio”. (Gn. 2, 17).
O, sea, que
“nunca puede faltar el perro en misa”, como dice el refrán popular. Todo muy
bueno, pero... Ahí está “el pero”... también el perro...
Puede todo.
Todo le está permitido. Está en el jardín. Se puede disfrutar de él. Pero
existe un recordatorio de que el dueño es el dueño. No se puede olvidar esa
realidad. Pero, sigue estando en el jardín. Existe un límite, una frontera: el
recordatorio.
¿Qué querrá
significar ese recordatorio, en el árbol prohibido, en clave teológica?
¿No será una
inversión de los elementos de la relación Creador-Criatura? ¿No será un pasar
las fronteras existentes en una auténtica relación?
¿Mantenerse
en esa relación, guardando las distancias y especificidades, será mantener la
paz y mantenerse en paz, que es ya la gloria de Dios? ¿Infringir ese
recordatorio será generar las distancias, ahora, de manera impositiva con todas
sus consecuencias?
Dos cosas
quedan claras en este comienzo: el jardín del Edén, por una parte; y, el
recordatorio, por la otra. Y entre las dos queda la libertad: puede disfrutar
del jardín, pero, recuerda que no eres su dueño. Ahí el recordatorio.
Tercera Conferencia:
De ninguna manera moriréis
Replicó la serpiente a
la mujer: «De ninguna manera moriréis.
Es que Dios sabe muy
bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como
dioses, conocedores del bien y del mal.» (Gn. 3, 4-5)
Las características teológicas de la
ocasión de la inversión de lo creado:
El comer:
Ciñámonos al
texto del Génesis.
Podía comer
de todo. Podía disponer de todo. Estaba en el jardín del Edén.
¿Tenía
necesidad de comer algo más de lo que ya podía comer? ¿No estaba ya bien
alimentado y fortalecido con todo de todo lo que podía comer? En clave
teológica, por supuesto.
¿Tenía
necesidad? Si seguimos el sentido del Génesis, pues, no tenía necesidad de nada
más. ¿Entonces? ¿Ya no era co-dueño y podía disponer de todo?
Justamente,
por ahí, por el comer, el autor inspirado encuentra la debilidad. Y, por allí,
tiene la ocurrencia de escritor de teologizar la pérdida de la paz.
Una necesidad artificial
ajena a las propias:
Pero, seamos
generosos, como lo es el mismo texto del génesis. No le carguemos de
responsabilidad del todo al personaje y a los personajes del jardín del Edén.
Parte de ella la tiene la serpiente. Aunque ya el autor está buscando a quien
ponerle parte de responsabilidades en su presentación[5]. De
hecho, en las citas inmediatas, el autor, dice que el Creador había pensado que
era bueno que el hombre no estuviera solo y crea a Eva, para hacerle una
compañía semejante (cfr. Gn. 2, 20-25), con su respectivo canto de alegría de
Adán[6]: «Esta
vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer,
porque del varón ha sido tomada.» (Gn. 3,23). A este punto, ¿cómo hubiera
sido la presentación de los elementos del cuento teológico si hubiese sido
escrito por una mujer?[7].
El autor(es)
del relato del Génesis, ciertamente, es generoso y le quita el peso de la
responsabilidad a Adán. Se la pone a Eva. Aunque, viéndolo bien, también
dulcifica la responsabilidad y le coloca parte de ella a la serpiente. Dice el
texto: “La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que
Yahveh Dios había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No
comáis de ninguno de los árboles del jardín?» (Gn. 3,1).
No se trata,
en todo caso, de buscar responsabilidades o de culpables. Al fin y al cabo es
un recurso de escritor en quien la idea principal era el fondo teológico.
Sin buscar
culpables, porque es un recurso psicológico muy viejo[8],
quedémonos con la riqueza teológica-humana implícita en el libro del Génesis.
Se crea una necesidad artificial. Y, con ello, estamos entrando ya en materia
de teología para los retiros. Aquí ya podemos estar comenzando propiamente el
retiro espiritual de este año.
Es,
justamente, aquí, donde comienza la pérdida de la paz en el hombre, como
Criatura.
Se nos crean
necesidades artificiales, que no son necesarias y que no hacen falta. Pero, que
se nos crean.
Las crea la
circunstancia, el entorno. Ciertamente, no somos del todo responsables, porque
nos dejamos influenciar. Hemos pensado por los otros. Hemos adquirido criterios
que no son los nuestros. Hemos perdido el sentido teológico del jardín del
Edén.
A este punto
es útil utilizar las reflexiones de José Ortega y Gasset cuando habla de que el
hombre pierde su historia cuando se “altera”. Es decir, cuando asume la
personalidad y criterios de los otros. En donde “los otros” son el patrón y la
medida de comportamiento. Cuando se despersonaliza. Cuando pierde sus propias
convicciones necesarias para hacer frente al drama de su propia vida, que tiene
que ser individual, ciertamente, dependiendo de las influencias exteriores,
pero que le desbalanzan sus circunstancias, pasando a ser esclavos de esas
mismas circunstancias, de las que tiene que ser dueño. Pasar a ser dominado de
las circunstancias es perder el sentido de la historia individual, es someterse
y dejarse dominar por las circunstancias. Catastrófico, sin duda. Lamentable.
¿No es eso
mismo lo que nos cuenta el autor(es) bíblico en el libro del Génesis?
Se nos crean
necesidades ajenas. No las necesitamos. Nos las crean.
Ahí podría
estar el comienzo de la pérdida de la paz. Y, en el fondo, es haber perdido el
sentido del disfrute de la estadía en el jardín del Edén.
Tiene sus
consecuencias. ¡Válgame, Dios, que las tiene!
Es
que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los
ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal:
En el caso
del libro del Génesis, ¿Había necesidad de comer más frutas de las que ya había
podido comer y podía? No.
Pero, le
crean la necesidad. Artificial.
Aquí esta el
sentido teológico-humano del relato del Génesis.
Se nos
convierten las aspiraciones ajenas en nuestras. Nos “alteramos”, siguiendo la
idea del filósofo español.
Y nos
ennubilamos. Perdemos el sentido de la historia. Estar en el jardín del Edén.
Perdemos nuestro ensimismamiento, como lo dice Ortega y Gasset.
Queda claro y
evidente que para eso es que nace el niño de Belén. Para devolverle al hombre
la paz perdida, que no es otra cosa que su auténtico sentido de la historia, y
que es la paz del jardín del Edén. Es el sentido teológico del libro del
Génesis. Y esa es la gloria de Dios y la gloria a Dios. Que el hombre rescate
su sentido de la historia, co-dueño del jardín del Edén, y del que el niño de
Belén es la realidad. Por eso el himno de los ángeles.
Tengo que
ensimismarme de mis propias ideas respecto al mundo, dice el filósofo español,
para tomar mis propias decisiones. Pero ensimismarse es distinto de vivir
atropellado. Ensimismarse en vivir desde dentro para mí y conmigo. El hombre
ensimismado es dueño de sí mismo. No deja que nadie lo atropelle, que se le
enajene, que nadie se convierta en otro que no es él. Es ser auténtico. Ser sí
mismo. Lo contrario, es el estar fuera de sí, lejos de sí. Ser otro es el
"alter" en latín. Es alterarse. Padecer "alteración" es
dejarse llevar por las opiniones ajenas, de los demás, de los otros. El hombre
alterado y fuera de sí ha perdido su autenticidad y vive una vida falsa. Así, a
veces, muchas de las cosas que decimos, las decimos porque las hemos oído
decir, porque las dicen otros. Porque las dice la sociedad. Pero si eso es así,
significa que hemos renunciado a nosotros mismos. He renunciado a mi soledad,
que huyo de ella y de mí mismo para hacerme "los otros". Los otros,
la gente, es un sujeto impersonal, indeterminado, es el puro otro, el que no es
nadie. La gente es un yo irresponsable, el yo de la sociedad, o social. He
sustituido el yo mismo que soy en mi soledad por el yo-gente. Me hecho
"gente". En vez de ser mi auténtica vida me la desvivo alterándola.
Son dos modos de la vida: la soledad y la sociedad. El yo real, auténtico,
responsable. Y el yo irresponsable, social, el vulgo, la gente.
Cuarta Conferencia:
La culpa es del otro
“Dijo el hombre: «La mujer
que me diste por compañera me dio del árbol y comí.»” (Gn. 3, 12)
Nuestra historia no es nuestra (inicio de
los problemas teológicos):
Nos cuenta el
cuento teológico del libro del Génesis que Adán le echa toda la responsabilidad
a Eva. Eva, a la serpiente. ¿A quien le daría la responsabilidad la serpiente,
al fruto; el fruto, a quien, al árbol; el árbol a quien, a la tierra; la tierra
a quien, a los nutrientes de sus entrañas; los nutrientes a quien; Total: la
responsabilidad es de Dios: para qué crea todo?[9]
Si seguimos
toda la cadena de responsabilidades, la última va a recaer en el Creador.
Definitivamente.
Aquí, es
donde está en definitiva, el mal de los males. En no asumir la historia con
todas sus consecuencias. Pero, por no asumirla, no nos vemos exentos de sus
consecuencias. Ya nos lo cuenta el mismo libro sagrado. Fueron expulsados del
jardín del Edén.
¿Otra
historia hubiera sido si el autor coloca a Adán o a Eva asumiendo sus
responsabilidades de su decisión? Corresponde a la imaginación de
pseudo-teólogos detallar realidades que no son sino fantasías teológicas
posibles, por lo menos en la imaginación[10]. No
tenemos más datos que los datos de gran carga teológica-humana del libro del
Génesis.
Los hechos
son los hechos: el jardín del Edén y el recordatorio del árbol prohibido. Por
lo menos, hechos teológicos que es lo que mueve al autor(es) de este relato del
Génesis.
¿Significaría,
entonces, que el niño de Belén, no se hace realidad, si Adán y Eva no hubieran
sido expulsados del jardín del Edén?[11]
No nos vamos
a colocar en discusiones teológicas. El caso es que la gloria a Dios está en
que el hombre tenga paz. Y ésta se concreta en el niño de Belén y que es la
noticia de los ángeles a los pastores en la mentalidad de Revelación del
evangelio de San Lucas, para lo que nos vemos obligados a ir al libro del
Génesis, e intentar hacer una mínima comprensión de los datos teológicos de la Revelación , en función
del hombre, que es la clave de la Revelación[12],
como es lo que estamos intentando.
El caso,
según nuestro itinerario bíblico y antropológico (con ello teológico), es que
el autor(es) pone responsabilidades en terceros, menos en los directamente
afectados. No por eso, se exime de las consecuencias.
Sin embargo,
hay aportes de las ciencias, en su diversidad de enfoques que están ayudando y
ayudan, sin duda, a la comprensión del fenómeno humano[13].
Tenemos que acudir a ellas para entender y entendernos. La psicología nos ayuda
grandemente. Sobre todo el psicoanálisis. ¿Muy en el fondo no estarán haciendo
una comprensión humana, cercana de ese hecho teológico del que nos habla el
libro del Génesis?
Las circunstancias son las responsables
(una especie de que la culpa es de los otros):
Consciente e inconsciente (nuestra niñez,
tal vez):
Una cosa es
cierta: la historia. Y una cosa también es cierta, no podremos entender ese
fenómeno de la historia sino en clave de individualidad, como fenómeno único,
sino en clave de teología. He ahí la importancia de abordar este apartado,
antropológico, bajo la luz de la
Revelación (adquiriendo una respuesta teológica, desde el
aporte de los textos bíblicos). Pues cada uno tiene su historia, en la que
influyen tantos elementos que hacen que nuestra manera de comportarnos en el
jardín del Edén, sea, siempre una historia única, individual, personal. En
donde el tu a tu, Creador-Criatura, sea, nada más y nada menos, que una
interpretación personalizada. De allí, la necesidad de hacer teología de la
creación del hombre, que es, al fin y al cabo, individual, a pesar de que se
halla ya teologizada en el libro del Génesis. Porque la clave teológica del
Génesis no es otra cosa que un patrón universalmente individualizado, de dos
tus: Creador-Criatura. Eso va a permitir interiorizar: por eso es universal y
teológica, al mismo tiempo.
Así, a veces,
hay comportamientos y reacciones que nos asustan. No sabemos por qué
reaccionamos de tal o cual o manera. Lo curioso es que no todos reaccionan de
igual manera ante los mismos estímulos. Cada uno reacciona distinto, y, a
veces, no hay un mismo comportamiento ante tal o cual situación.
Los
psicólogos utilizan dos dimensiones para comprender esas reacciones humanas tan
diversas entre los seres humanos. Es importante intentar acercarnos y valernos
de esos aportes para entendernos, como fenómenos, únicos e irrepetibles. Ese
doble compartimiento del mismo fenómeno humano es lo que se llama
consciente-inconsciente.
De acuerdo
con la sensibilidad y vulnerabilidad individual cada uno va a tener una caja de
herramientas para la vida. En algunos, la caja está bien equipada para saber
trabajar antes los múltiples y variados estímulos directos o indirectos.
Algunos están y son más aventajados que otros, sin duda. Unos van a ser más
dueños de sus propias circunstancias y otro, tal vez, no tanto. Pero somos
únicos e irrepetibles.
La riqueza
del libro del Génesis, por eso es teología antropológica, está en que cada uno
tiene su propia circunstancia, en la posición y en el uso de los beneficios del
jardín del Edén. Ya lo dice San Agustín en el libro de Las Confesiones,
que lo más reconfortante, es que Dios nos va a juzgar cara a cara, sabiendo
nuestras circunstancias y nuestras historias. Entonces, cada uno tendrá su
historial y su historia.
Y en ese
historial muy personal, es de imaginar, que habrá elementos que en cierta manera
no dependen directamente de nosotros, sino de las circunstancias. ¿Será lo que
dicen los psicólogos con el descubrimiento de lo que llaman “inconsciente”?
Muchos
adelantos se han hecho y se siguen haciendo al respecto. Unos hablan de “la
amígdala” como la glándula biológica donde se acumulan un mundo de acciones y
reacciones[14]. ¿Será que eliminándola
no acumulamos recuerdos instintivos frente a ciertos estímulos concretos? ¿Será
que esa glándula descubierta y precisada, ahora por los científicos, será la
caja de la memoria que archiva lo que no nos hace falta y nos entorpece para la
vida? ¿O será que esta memoria nos registra algunos elementos claves para la
sobrevivencia humana y social frente a los peligros, materiales y
circunstanciales de la vida? ¿Y esos mismos miedos o traumas, ya desde el punto
de vista emocional psicológico, serán nuestros recursos para asegurarnos como
instinto de conservación?
¿Qué tiene
que ver todo esto con la teología y con el libro del Génesis, y con la paz, que
tiene que tener el hombre, y que debe ser la gloria a Dios y de Dios, y con el
niño que nace en Belén, y que es el objetivo de la noticia de los ángeles a los
pastores?
¿Será que con
esa manera de enfocar este apartado estaremos justificándonos y quitando
responsabilidad a nuestra historia con su historial? ¿No será un repetirse el
colocar las responsabilidades a causas externas ajenas a nuestros propios
criterios y circunstancias? ¿Por eso seremos eximidos de las responsabilidades
frente al jardín del Edén?
Las consecuencias
no serán eximidas. La historia de cada uno nos los recuerda muy a menudo.
Sin duda, que
nuestras historias de niños nos van a crear con ciertas vulnerabilidades frente
a ciertos estímulos concretos y específicos. Unos más, otros menos. Pero, cada uno
tiene su historial de niño. ¿Nos justifica, sin embargo?
La historia
es la historia. Pero si tenemos en cuenta el libro del Génesis se trata de una
relación, frente a la situación de la estancia en el jardín del Edén. Ahí está
el sentido teológico de nuestras vidas, y de la vida de todos los hombres.
Universal, frente al mismo hecho; pero individual, porque será en clave de
relación en perspectivas de Revelación.
Ciertamente,
que no llegaremos nunca, por muchas máquinas del tiempo que se inventen al hecho
concreto de un estado paradisíaco (de paraíso o cualquier parecido a ello),
pero no podemos cerrarnos a los descubrimientos de los mismos psicólogos al
respecto, que son como unos intentos de crear máquinas para llegar a nuestro
estado originario querido por Dios, que no es otra cosa que la historia
(divina-humana) hecha una e indivisa.
El sentido teológico de la relación en el
jardín del Edén, es el proyecto originario, teológicamente, del hombre en
relación Criatura-Creador. La pérdida de esa relación y realidad intrínseca en
el hecho humano (querido por Dios) es la paz del hombre que es la gloria a
Dios.
La pérdida
del sentido de la historia es el inicio de la pérdida del sentido de la paz
para el hombre. No es tanto, desde la mentalidad del libro del Génesis, el
haber comido o no del árbol prohibido, porque estaba en las posibilidades, como
fruto de la libertad en el hombre, dada, justamente por el Creador, sino en la
evasión.
¿No será la
evasión de Adán la idea principal del autor(es) del relato del Génesis en este
apartado concreto de nuestro análisis?
¿No será el
eterno recurso de Adán en la frase y actitud de: «La mujer que me diste por
compañera me dio del árbol y comí.» (Gn. 3, 12)?
¿No se
repetirá la historia de la evasión? ¿Entendiendo por evasión, es que soy así,
no quería, no fui yo, fueron las circunstancias, y un mundo de posiciones y
frases justificativas, las que hacen que repitamos la historia teológica del
libro del Génesis?
Lejos de
asumir una posición moralista. El moralismo nos aleja y distancia de una
auténtica interpretación teológica de la Revelación. El
moralismo nos llevará a divisiones internas e interiores, nos llevará a eternos
reproches, que en vez de liberarnos, nos enferma. Nos libre Dios (en todo su
sentido teológico) porque, a pesar, de que nos se nos exima de las
consecuencias, queremos volver a la experiencia del jardín del Edén.
Esa es la
clave.
Y porque se
trata de descubrir que esa es la clave es que tiene sentido el anuncio de los
ángeles a los pastores, porque en el niño de Belén, que acaba de nacer y que es
la noticia, vuelve a instaurar, sanando con ello, nuestro sentido de la
evasión. Evasión de la historia, nuestra historia teológica-humana.
No estamos
para ser excluidos del jardín, sino para estar en el jardín del Edén. Esa es la
gloria a Dios. Y esa es la paz en el hombre.
Suena
reconfortante y suavemente enternecedor, entonces, el himno de los ángeles: “Y
de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que
alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a
los hombres en quienes él se complace.»
Una última aplicación: en la tierra paz a
los hombres en quienes él se complace:
En los que
vuelven al sentido auténtico de la historia teológica y humana, al mismo tiempo.
Y de lo que el niño que nace en Belén nos va a ser de garantía y certeza.
¿No es
hermoso, entonces, mirar los textos bíblicos, no en sentido de cronología y de
crónicas, sino en clave de Revelación, como ha de ser para nuestros propios
crecimientos, universal e individual, al mismo tiempo?
Volvemos a
citar a José Ortega y Gasset, pues de lo contrario, “he renunciado a mi
soledad, que huyo de ella y de mí mismo para hacerme "los otros"”.
Pues la historia teológica-humana, a pesar de ser universal, por eso lo
teologiza el autor(es) del relato del Génesis, es exclusivamente individual y
personal, de un Creador-Criatura, de un tu a tu, nada más y nada menos, que con
el Creador.
Que el niño
de Belén nos ayude a encontrarnos con nosotros mismos, con nuestra historia
para disfrutar de la paz que Dios quiere y que es su gloria.
Amen.
Y se va a
realizar. Lo que nos obliga a mirar todo el sentido teológico de ese niño que
nace en Belén y que será su constante en toda su vida terrena (divino-humana).
Quinta Conferencia:
Yo, y nadie más que yo, con el dueño del jardín
Caín y Abel:
(Gn. 4, 3-10):
Pasó algún tiempo, y Caín hizo a Yahveh
una oblación de los frutos del suelo.
También Abel hizo una oblación de los
primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los mismos. Yahveh miró propicio a
Abel y su oblación, mas no miró propicio
a Caín y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran manera y se abatió su
rostro.
Yahveh dijo a Caín: «¿Por qué andas irritado,
y por qué se ha abatido tu rostro?
¿No es cierto que si obras bien podrás
alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera
que te codicia, y a quien tienes que dominar.»
Caín, dijo a su hermano Abel: «Vamos afuera.»
Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató.
Yahveh dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano
Abel? Contestó: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?»
Replicó Yahveh: «¿Qué has hecho? Se oye la
sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo.
Caín y Abel: dos maneras de la historia:
San Agustín
en su obra la Ciudad
de Dios escribe sobre dos ciudades: la de Caín, una, y la de Abel, la
otra. A pesar de que no vamos a detallar su contenido, por lo menos, hagamos la
referencia. Otros autores, como italianos, hacen un estudio de la envidia, y
analizan algunos elementos en este extracto bíblico.
Caín y Abel.
Dos maneras y dos resultados. Es lo que se desprende del extracto del libro del
Génesis. Ambos, por separado, ofrecen sus oblaciones. Cada uno tiene un trato
diferente respecto a la oblación. Una, es bien recibida; la otra, no.
Por lo visto,
en el sentido teológico del relato, se trata de dos maneras distintas: uno
cuenta con el agrado de Dios; el otro, no. Esto hace ya dos historias
distintas, marcadas desde un comienzo por la diferencia: “Yahveh dijo a
Caín: «¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás
alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera
que te codicia, y a quien tienes que dominar.»” (Gn. 4, 6-7).
Ya el
autor(es) bíblico está colocando el inicio de la diferencia: obrar bien. Ahí
está la especificidad teológica. Con ello la diferencia histórica. La historia
de Caín insiste en su posición y éste le quita la vida a su hermano[15].
De las dos
maneras: obrar bien, y no obrar bien, específica el propio libro del Génesis en
el caso de Caín y Abel. Actitudes y consecuencias: si obras bien podrás alzar
el rostro. Si no, “a la puerta está el pecado acechando como fiera que te
codicia, y a quien tienes que dominar”.
¿Qué será
obrar bien, y qué será no obrar bien, según ese contenido bíblico? No
específica, sino que da una actitud: alzar el rostro. El no alzarlo, es la
medida del no obrar bien. Y el no alzarlo tiene una razón: estar irritado y abatido.
No nos detengamos en por qué porque el autor(es) no nos da elementos. Hay, en
todo caso, una consecuencia: no contar con el agrado a la hora de la oblación.
Tiene un resultado: la muerte del hermano que es la causa de la competencia,
tal vez[16].
Pero se está
abatido porque no hay agrado en la aceptación de la oblación. No digamos más,
sino lo que dice el texto. Se podría justificar, sin embargo, que hay motivos
para estar abatido: la no aceptación de la oblación. Más que suficiente para
estarlo. Pero, la razón: el obrar bien y el no obrar bien. Ese es el contenido
teológico: bien y mal. Con sus respectivas actitudes y maneras de vivir.
La
persistencia de Caín de permanecer en esa su actitud (teológica) se agiganta
con la muerte del hermano. Sucede la confirmación del exilio y del
distanciamiento en la experiencia del jardín del Edén.
¿Y esa
persistencia ya no es motivo suficiente para perder, aún más, la paz que se
debería experimentar en la experiencia de la permanencia en el jardín del Edén?
¿No es, acaso, una persistencia en la continuidad de la inversión de los
valores en la relación Criatura-Creador, como proyecto teológico, querido por
Dios, para la experiencia positiva en el jardín del Edén?
En todo caso,
estos elementos del libro del Génesis ya nos dan muchos datos para una
antropología teológica (bíblica) del proyecto del plan teológico de Dios, desde
la creación, en la misma creación.
Estos datos
nos llevan a comprender de manera global toda la Cristología. Porque
nos va a permitir de manera inicial, por lo menos, intuitiva, de la razón de
ser de la noticia de los ángeles a los pastores. Es importante referir que es la Cristología , en Cristo[17],
donde se explica y se entiende todo el proyecto divino para con el hombre.
Pasemos,
ahora, a todo el proyecto que nos trae el niño que nace en Belén y que es la :
«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él
se complace.»
Para
comprender, o por lo menos querer comprender, el contenido importante de la
noticia, o su consecuencia, la paz para el hombre, teníamos que ir
necesariamente al libro del Génesis. Su referencia teológica tiene que ser esa.
No otra. Porque, ¿de qué paz se podría hablar sino de la perdida justamente
allí, según la mentalidad de Revelación del libro del Génesis? La clave de la
interpretación tiene que ser la experiencia del jardín del Edén. ¿Será la
experiencia del jardín del Edén la misma experiencia del Reino de los Cielos de
la que nos habla más adelante, según los Evangelios, el después adulto, niño de
Belén? ¿La paz que anuncia como un hecho y que alegra tanto a los ángeles en la
noticia será el retorno a la experiencia del jardín del Edén que no es otra
cosa que la experiencia histórica del Reino de los Cielos? ¿No serán las dos
experiencias, la misma, con términos nuevos y aparentemente distintos?
De hecho, no
se puede entender a Jesús, sin esa constante referencia. Por lo menos a esa
gran verdad revelada en el libro del Génesis.
De lo que se
desprende del libro del Génesis es que hay una inversión en la experiencia del
jardín del Edén. El árbol prohibido es el recordatorio. De co-dueño a una inversión. ¿Eso significará y
supondrá una pérdida de la paz?
Sexta Conferencia:
El inicio del sentido de la historia la auténtica
experiencia del jardín del Edén
Lucas 2,
40-51:
El
niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios
estaba sobre él.
Sus padres iban todos los años a Jerusalén a
la fiesta de la Pascua.
Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de
costumbre a la fiesta y, al volverse,
pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres.
Pero creyendo que estaría en la caravana,
hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero
al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.
Y sucedió que, al cabo de tres días, le
encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y
preguntándoles; todos los que le oían,
estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas.
Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su
madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo,
angustiados, te andábamos buscando.»
El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No
sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.
Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía
sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su
corazón.
Datos de este extracto
de San Lucas en clave del jardín del Edén
Muy conocido
y reflexionado es este pedacito de Evangelio de San Lucas. Se presta para todas
las interpretaciones posibles[18]. Y
seanos posible, en nuestro caso, de re-interpretarlo bajo la luz de la
experiencia del jardín del Edén. Esa es la importancia de las Sagradas
Escrituras, que cada vez, nos da más elementos nuevos para nuestros
enriquecimientos personales. La
Biblia en clave de Sagradas Escrituras[19] es
una fuente sin fin, siempre y cada vez. Y tiene que serlo. No puede permanecer
estática sino en permanente movimiento en los descubrimientos. No se
contradice, aunque sean nuevos los hallazgos que podamos realizar, porque esos
hallazgos son nuevos porque varían nuestras circunstancias, que son las únicas
que podrían ser nuevas en nuestra historia del estudio y comprensión de la Revelación. Es el
hombre que tiene cosas nuevas en su historia e historial en el acercamiento de
la aplicación de la
Revelación. De allí la dependencia y el enamoramiento sin fin
y novedoso, cada vez, de la
Palabra de Dios.
La Sagrada Familia , el eterno modelo que se entresaca de San Lucas:
Todos hacemos
referencia a este apartado del Evangelio de San Lucas para hablar de la familia
modelo. Pero si nos detenemos con sentido sociológico al texto como tal vamos a
encontrar que, por el contrario, existe en ese mismo entresacado elementos para
no colocarlos como modelo de familia. ¿Cómo es posible que el niño se haya
perdido y sea sólo después de tres días de búsqueda que sus padres lo
encuentren? Además, ¿cómo es posible que la madre lo reprenda inmediatamente
después que lo encuentran, cuando era parte de su responsabilidad? También,
¿cómo se explica que el niño les responda como les responde? Hay datos que
analizados en ese apartado de San Lucas desdicen, más bien de la familia
modelo.
¿Quería el
evangelista San Lucas mal poner a la familia de Nazareth? Porque es una de las
impresiones, si nos ceñimos al texto.
¿No habrá,
por el contrario, otra intención en el evangelista San Lucas al darnos esos
datos, tan únicos de su estilo y pluma de teólogo?
¿Le está
moviendo al autor(es) evangélico un motivo sociológico a seguir o tendrá, más
bien, una intención teológica? Si es teológica, entonces, no es tanto el modelo
de familia lo que nos está proponiendo. Tampoco hubiera sido el dato de la
pérdida, tal como lo cuenta, el mejor recurso. ¿Qué hay de fondo desde el punto
de la Revelación
y en clave de Revelación inspirada?
Ahí está lo
novedoso, tal vez. Pero hagamos teología, por favor. Y sigamos el itinerario de
Revelación, respetando, por supuesto, las interpretaciones inmediatistas, pero
no compartiéndolas.
Los doce años: clave de la teología de
San Lucas:
Es subyacente
la referencia del evangelista a “doce años”.
Jesús tenía
doce años, nos dice, cuando el hecho de la pérdida en el Templo.
¿Qué
elementos de referencia tendría el evangelista San Lucas para fundamentarse en
esa historia que nos cuenta? Sin duda que la propia madre del niño, como nos lo
dicen los estudiosos. Sin la menor duda. ¿Pero, tendría alguna otra referencia,
por lo menos, en la mentalidad de Revelación existente hasta ese momento? ¿No
sería Lucas un estudioso de las Escrituras y no tendría una comprensión muy
“sui generis” global de los textos inspirados, en clave de Revelación? Si nos
detenemos en el canto de los ángeles a los pastores, que ya hemos analizado,
pues, no tenemos otra que decir, sin duda, que sí. Tiene, además, su propia
teología inspirada en estrecha conexión con todo lo anterior a él. Y desde esa
su comprensión está haciendo su teología que es a la vez antropología teológica
y bíblica.
Desde esa
clara visión general está, entonces, la referencia a “doce años”.
Es extensa la
referencia en los textos anteriores a Lucas la alusión a “doce años”. Veamos: en
Génesis 14, 1-6; 1 Reyes 16, 23; 2 Reyes
3, 1; 2 Reyes 21, 1; Nehemías 5, 14; 1 Macabeos
1, 7, por citar algunas referencias.
Pareciera que
el autor está relacionando los doce años con gobiernos, y mandatos, y poderío.
Reino de maldades. ¿Habrá relación? Pareciera. ¿Qué idea podría estar de fondo
teológico, histórico y salvífico en ese detalle de la edad de Jesús,
precisamente a los doce años de su edad? ¿Serán los doce años de su edad, o
será los doce nuevos años del nuevo reinado, precisamente, desde Jesús de
Nazareth?
Otras referencias a “doce años” en el mismo San Lucas:
Además de ser
recurrente la cifra de los apóstoles (doce) también en el evangelista San Lucas
aparece otras referencias que pueden ser útiles para entender la alusión a
“doce años”. Así, por ejemplo, la hija de Jairo, que tenía doce años y que
estaba enferma (cfr. Lc. 8, 42), como la mujer que padecía flujos de sangre y
que tenía “doce años” enferma (cfr. Lc. 8,43-48) y “que no había podido ser
curada por nadie”, resalta el autor evangélico; como también los “doce
canastos” (cfr. 9, 17) recogidos de lo que sobró en una de las multiplicaciones
de los panes (porque según San Lucas y San Juan hay un solo relato de
multiplicación de los panes, mientras que en San Marcos y en San Mateo, hay
dos); como, igualmente, la alusión a las doce tribus de Israel (cfr. Lc. 22,
30).
¿Según esa
nueva manera de ver las cosas, el evangelista San Lucas, estará utilizando la
historia del niño perdido, para darnos la idea de que ahora se trata del nuevo
reinado, ahora no de maldad, sino de beneficios? ¿Igual estará utilizando la
misma idea subyacente en la alusión a “doce años” en el caso de las enfermas,
la niña y la mujer de flujo de sangre, y, hará alguna conexión temática con los
doce años de Jesús en el Templo?
A este punto
se podría alegar que se están forzando los datos. No nos detengamos en defensas,
o a favor o en contra. Simplemente ahí están los datos. Nos corresponde hacer
teología desde la mentalidad de Revelación intentando tener una visión global y
en estrecha conexión, respetando todas las posibles apreciaciones. Pero ahí
están los datos para hacer teología. Y nuestro objetivo es intentar comprender
la experiencia del jardín del Edén que es la clave de todas las Sagradas
Escrituras, para intentar comprender, igualmente, la perdida de la paz en el
hombre, y la recuperación de esa paz, que es y representa el niño de Belén, que
es la noticia de los pastores.
Nos motiva la
idea de la comprensión de la historia (teológica y humana al mismo tiempo y sin
separación) del proyecto querido por Dios desde la creación. Por lo menos, en lo
que nos refiere el libro del Génesis, en su sentido plenamente teológico
(antropología teológica).
¿Y, qué tiene
que ver ese intento de comprensión del jardín del Edén, con su aplicación al
auténtico sentido de la historia, con la historia del niño perdido en el
Templo? Tiene que ver todo. Veamos.
El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais?
¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Si en nada
favorece, desde el punto de vista sociológico, la situación de la perdida del
niño Jesús, en menos favorece la respuesta del niño a sus padres: “El les
dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi
Padre?»”.
¿No podría
aparecer como grosera esta respuesta? ¿Dónde queda el modelo de familia?
¿No podría
interpretarse esa respuesta como “no se metan en lo que nos les incumbe? ¿Cada
uno a lo suyo. Yo estoy en lo mío. No se metan?
¿Y, en esa
respuesta, no estará diciendo que cada uno en la historia y en lo que le
corresponde?
¿No será ya
esa respuesta un recurso del autor(es) del evangelio de San Lucas, en
inspiración divina de Revelación, que es en el asumir cada cual su historia,
aún la de Jesús, la clave de la paz y de la realización del pleno goce en el
jardín del Edén?
Se habla muy
insistentemente de las tentaciones de Jesús en el desierto (cfr. Lucas 4, 1-14),
como la ocasión que le presenta el demonio para torcer el sentido de la
historia de Jesús, como también la intervención de Pedro cuando le sugiere a
Jesús que no vayan a Jerusalén porque lo van a matar (cfr. Mateo 16, 21-24); en
lo del César a lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (cfr. Mateo, 22,
15-22); también en el Huerto de los Olivos (cfr. Lucas 22, 38-42); pero, ¿no se
podría aplicar en este apartado del niño en el Templo, también una ocasión de
tentación de desviar el curso de la historia, en el caso concreto de Jesús?
¿No será y no
estará implícita la referencia a la historia, universal (teológica) y única
(personal e individual) en esa respuesta del niño a sus padres?
¿No será esa
la constante del evangelista San Lucas y con ello está haciendo referencia ya a
la experiencia del jardín del Edén? ¿No será esa la referencia teológica y que
es la conexión de inspiración de Revelación de toda la Biblia y de la que es
heredero explícito San Lucas, en la constante referencia a la experiencia del
jardín del Edén?
¿El desvío de
la historia (teológica-humana) no será la constante para la pérdida de la paz?
La referencia a la historia en la
constante del mensaje de Jesús, según los evangelios:
Es
sorprendente la constante referencia a la historia por parte de Jesús en toda
su vida terrena.
Cargar la cruz:
¿Será la
evasión de la propia historia la pérdida de la paz? ¿Ahí estará la clave de la
interpretación, tanto de la vida de Jesús, como la de la experiencia del Reino
de los Cielos, y, por consiguiente, de la experiencia originaria
(teológicamente) del jardín del Edén?
En todo caso,
es sorprendente. La constante del mensaje de Jesús no es otra cosa a la
invitación a que cada uno cargue su cruz y lo siga. Pero, no la cruz de Jesús,
sino la de cada uno.
Lucas 9, 23:
“Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz cada día, y sígame”.
No es
necesario que citemos todas las veces esa constante referencia. Es permanente.
Además es la condición: Lucas 19, 20-22: “Les dijo: «Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios.» Pero les mandó enérgicamente que no dijeran
esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por
los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al
tercer día.»
Resultante:
resucitar al tercer día. Condición: tomar la cruz.
¿Será la cruz
la referencia teológica de asumir cada uno la historia, es decir, en la
experiencia del jardín del Edén?
¿Asumir
será la condición para volver a experimentar la paz de la experiencia del
jardín del Edén?
¿No
asumir será la pérdida de la paz?
¿Asumir será
ser dueño de las circunstancias?
En todo caso,
sigamos con las tentaciones de Jesús en el desierto, para entender toda esta
aplicación a la historia y con el bautismo de Jesús en el Jordán, porque son
claves para entender nuestro sentido de estadía en el jardín del Edén.
Séptima Conferencia:
No sólo de pan vive el hombre...
Lucas 4, 1-14:
Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán,
y era conducido por el Espíritu en el desierto,
durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos
días y, al cabo de ellos, sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios,
di a esta piedra que se convierta en pan.»
Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.»
Llevándole a una altura le mostró en un
instante todos los reinos de la tierra;
y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos,
porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero.
Si, pues, me adoras, toda será tuya.»
Jesús le respondió: «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás
culto.»
Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero
del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te
guarden.
Y: En
sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»
Jesús le respondió: «Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.»
Acabada toda tentación, el diablo se alejó de
él hasta un tiempo oportuno.
Jesús volvió a Galilea por la fuerza del
Espíritu, y su fama se extendió por toda la región.
Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era
conducido por el Espíritu en el desierto...
Jesús, lleno
de Espíritu Santo. Siguiendo el recorrido del Evangelista San Lucas, se sobre
entiende, porque antes había sido bautizado por Juan. El Evangelista resalta
ese detalle y lo refiere, justo, antes, de las tentaciones.
Aquí, surgen
de inmediato, las preguntas: ¿O, sea, que antes, Jesús, no tenía el Espíritu
Santo? ¿El Espíritu Santo, que descendió sobre Jesús, en forma corporal, como
una paloma, como nos los refiere el mismo Evangelista (cfr. Lc. 3, 22), estaba
condicionando a Jesús, para el antes y el después?
Si comparamos
con los paralelos, es decir, Mateo 3, 13-17 y Marcos 1,9-11, encontramos una
diferencia. En Lucas, hace referencia, a que fue engendrado hoy, es decir, en
ese momento, pareciera. En Marcos 1, 11 y en Mateo 3, 17: «Tú eres mi Hijo
amado, en ti me complazco.» ¿Cuál es la diferencia entre esas dos maneras de
presentar el mismo acontecimiento del bautismo en el Jordán, y de la voz del
cielo? En la de Lucas, pareciera, que es en ese momento, que es engendrado, y
en los otros dos, ya era el Hijo, amado, y, en quien se complace. ¿Entonces,
era, ya, el Hijo, o, en ese momento, es que se engendra? Pareciera, hacerse una
diferencia. La diferencia pareciera estar en el recurso escriturístico, que
utilizan en cada caso. Lucas, utiliza el salmo 2,7, en donde aparece la idea
del Siervo; mientras que San Mateo y San Marcos, utilizan como fuente de
referencia a Isaías 42, en donde aparece la idea de Rey (cfr. la nota que hace la Biblia de Jerusalén,
Desclée de Brouwer, Bilbao, del año 1975, al respecto, p. 1463). En el
Evangelio de San Juan la referencia es de Juan el Bautista (Jn. 1, 29-34):
Al día siguiente ve a Jesús venir
hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene
un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.
Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar
en agua para que él sea manifestado a Israel.»
Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al
Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él.
Y yo no le conocía pero el que me envió a
bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se
queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo.”
Y yo le he visto y doy testimonio de que éste
es el Elegido de Dios.»
Era conducido por el
Espíritu en el desierto[20]...
Este detalle
es muy importante resaltarlo: conducido... en el desierto.
¿Dónde
suceden las tentaciones? En el desierto. ¿Por qué en el desierto, y, no, en la
ciudad? ¿Es que en la ciudad no hay posibilidad de tentaciones, sí, es, que
quería pasar por las tentaciones? ¿Y, si en la ciudad, o sitio poblado, no hay
posibilidad de tentaciones, entonces, por qué se va, justo, al desierto?
¿Qué
significa, en clave bíblica y teológica, el desierto?
¿Tenía,
Jesús, necesidad de irse al desierto? ¿Y, sí tenía necesidad de irse al
desierto, qué iba a hacer? ¿El desierto, no es, precisamente, eso, desierto? ¿A
hacer, qué? Esto puede servirnos como clave. Resaltémosla. Pueda que aquí esté
la clave. No se sabe. Pero, hay contradicción, aparentemente. Pero, en esa
aparente contradicción, ¿no se irá a repetir la teología de los opuestos[21],
como habíamos descubierto, anteriormente? ¿Será opuesto desierto a ciudad?
¿Habrá, justo, ahí, una teología de los opuestos?
¿O, será, más
bien, desierto-tentación, como uno de los opuestos, implícitos en la Biblia ?
Era conducido por el Espíritu:
El caso es
que Jesús era conducido por el Espíritu en el desierto. Sin embargo, surge un
detalle interesante, según se desprende del relato y de la frase entresacada:
Jesús, estaba en el desierto. Pero, no estaba sólo. Tenía la conducción del
Espíritu. Entonces, no estaba tan sólo. Le acompañaba el Espíritu. No eran tan desierto,
el desierto, para Jesús. Tenía compañía. Nada, más, y, nada, menos, que el
Espíritu Santo. Así, cualquiera se retira al desierto, se podría alegar.
¿Significa,
entonces, que se puede ir al desierto, con todo y todo, siempre y cuando se
sepa que se cuenta con la asistencia del Espíritu Santo?
¿Qué
significa contar con la asistencia del Espíritu, justamente, en el desierto?
¿Qué significa conducido por el Espíritu? ¿Qué estará diciendo el Evangelista
con esa frase de conducido por el Espíritu en el desierto?
¿No habrá
implícita una aplicación de los opuestos, y que nos ha sido tan útil haberlo
descubierto, en esa frase del evangelista? ¿Un opuesto, no será,
conducido-dejado? ¿Entonces, no estará implícito en conducido, su opuesto, es
decir, dejado, abandonado? ¿No estará implícito otro opuesto en
conducido-desierto? ¿Sí, se está conducido, ya no se está tan desierto, el
desierto; o, sí?
Tal vez, ahí,
está la clave. Tal vez.
¿Qué se
entiende por el Espíritu, en el entresacado que hemos hecho de San Lucas?
Hagamos todas las preguntas posibles a por el Espíritu: ¿Quién conduce a Jesús?
El Espíritu. Estamos claros. Pero, ¿qué es el Espíritu o quien es el Espíritu,
a quien representa?
El
Bautismo en el Jordán, ayuda y la clave de la interpretación:
Si tenemos presente las diferencias
entre los tres evangelistas, respecto del bautismo de Jesús; Jesús, recibe el
Espíritu en el bautismo en el Jordán. Y la voz que sale del cielo confirma y
afirma que Jesús, es el Hijo amado, tanto en la metodología de los autores, ya
siervo, ya Rey. Si tenemos en consideración ese detalle, ahí, está la clave
para entender, quién es el Espíritu, o qué representa: es la confirmación de
que Jesús es el Hijo amado, en quien se complace el Padre: yo te he engendrado
hoy, dice San Lucas. El Espíritu tiene esa finalidad: confirmar al Hijo, por la
voz del Padre. El Espíritu, en sí, como tal, hubiera quedado incompleto, si no
lo confirma la voz.
Estamos en un
punto muy delicado. Incluso, justo, para cometer una herejía, o, mantenerse en
el dogma de la fe de la
Iglesia. Un paso en falso, y nos queman en la hoguera, por
decirlo, de alguna manera. Pero, no hay de qué temer, porque estamos ajustados
a la fe de la Iglesia ,
a la que nos sometemos, con sumisión de fe.
El Espíritu: clave:
Entonces, el
Espíritu se convierte, desde entonces, en la confirmación del Hijo por el
Padre, justamente, en el Bautismo, según la mentalidad de los evangelistas. El
Espíritu, no es otra cosa que la confirmación, y, con ello, la plenitud del
Padre en el Hijo por el Espíritu. Por lo menos, desde las perspectivas de los
Evangelios, en el caso concreto del Bautismo en el Jordán. Y, esto es, pura
teología bíblica, en el caso concreto del bautismo, según los Evangelios. Desde
entonces ya no se puede hablar del Padre, del Hijo y del Espíritu, por
separados, porque quedó confirmado en el Bautismo en el Jordán, que son una
misma realidad: el Hijo confirmado y ratificado por el Padre en el Espíritu. El
espíritu es la conexión existente entre el Padre y el Hijo, y, desde, entonces,
ya el Espíritu no puede separarse, ni entenderse, sino con el Padre y el Hijo,
pues es su confirmación.
¿Y, para qué
todo este rodeo? Pues para poder comprender la afirmación del Evangelista San
Lucas, al decir, justo, antes de las tentaciones, que Jesús, era conducido por
el Espíritu en el desierto. Y, es clave, porque, al preguntarnos quién es el
Espíritu, tenemos que decir, que la confirmación del Padre en el Hijo[22], que
era conducido en el desierto. Con más razón, para sostener, que no estaba sólo;
más, aún, también estaba el Padre.
Hasta aquí,
hemos avanzado bastante, y, todo, desde los hallazgos. Que ya lo habían hecho
los teólogos. Pues, sí. Pero, para nosotros, pareciera una novedad. Y, lo más
sabroso, es que nos suena como si lo hubiésemos descubierto nosotros. Por eso,
que adquiere la nota de que sea nuestro, aunque, es la herencia de la fe la Iglesia. Pero , no
nos quiten el sabor de sentirnos descubridores de mundos nuevos, aunque, no lo
seamos, en verdad.
¿Qué
representa, desde nuestros hallazgos-descubrimientos, el Espíritu? La
confirmación del Hijo por el Padre. Muy bien. ¿Pero, esa confirmación está en
función de qué o de quiénes? ¿En función del Padre, y, eso, para qué, en qué se
beneficia? En caso de beneficiarse. ¿Cuál es su beneficio y provecho? ¿Se
beneficia el Hijo, en qué, y, para qué, en caso de beneficiarse?[23].
Igual se aplica al Espíritu. ¿En qué se benefician? Y la respuesta la
encontramos en el mismo evangelio de San Lucas: en que la gloria a Dios, está,
en que el hombre tenga paz, como ya habíamos analizado en un capítulo anterior.
Paz, que se personifica en el Hijo, precisamente.
Conducido por el espíritu: cumplimiento del auténtico
sentido de historia:
¿Entonces,
cuál es el sentido de conducido por el Espíritu, que nos tiene hasta el fondo,
en este análisis?
Diera la
impresión de que esa frase está haciendo referencia al sentido auténtico de la
historia. No al sentido histórico de la historia, que sería la sucesión
cronológica, sino, al sentido teológico de la historia, más, aún, del sentido teológico-histórico de las
Sagradas Escrituras. Sí. A eso.
Ya, en el
hecho teológico del bautismo de Jesús en el Jordán, se está confirmando el
sentido teológico de la historia de las Sagradas Escrituras. El Padre confirma
(el Espíritu) en el Hijo su plan de salvación para el hombre. Allí, queda
plasmado que se trata de la historia teológica: para que el hombre tenga paz.
La paz, es el culmen de la historia. Y, esa paz, ya ha empezado. Por eso, el
anuncio del ángel a los pastores y las alabanzas de la multitud celestial del
Evangelio, precisamente, de San Lucas.
Se está
cumpliendo el sentido teológico de la historia de la Salvación , no de Dios
solo, sino del hombre-Dios, como ser, también histórico, y, también, teológico.
Y, así, sin saberlo, vuelve a hacerse presente en nuestros descubrimientos, la
aplicación de un otro opuesto: historia-teología; existencia-teología;
confirmación-historia. Ya no como opuestos, en el sentido estricto, sino como
complementarios, como habíamos descubierto que tenía el valor de los opuestos,
desde nuestros análisis.
Y, así, la sospecha que habíamos colocado de
la existencia de un supuesto opuesto en espíritu-desierto, pasa, ahora, a la
confirmación de la existencia definitiva de ese opuesto: desierto-conducido;
desierto-guiado, con un carácter maravilloso del auténtico sentido de la
historia. Porque, hay, allí, justo, allí, en esa afirmación del Evangelista San
Lucas, una confirmación de la historia-historia e historia-teología,
adquiriendo, con ello, la historia, un valor único y sorprendente.
Precisamente,
por la conducción del Espíritu.
Entonces, se
entiende, la afirmación del Evangelista: Jesús era conducido por el Espíritu en
el desierto. Precisamente, porque el Espíritu es la confirmación de la historia,
y, con ello, de la teología, en donde historia y teología, no se oponen, sino
que se complementan.
Y, es,
entonces, que en el desierto, Jesús, no puede caer en las tentaciones, porque
está siendo conducido por el Espíritu, es decir, por la confirmación de la
historia Dios-hombre, teología-humanidad. Y, no puede caer, porque, Jesús, no
había perdido la comprensión de la historia, pues contaba con la confirmación,
que se daba, precisamente, por el Espíritu.
Sólo, así, se
entiende el relato del bautismo de Jesús en el Jordán, y, con ello,
implícitamente ligado y unido el relato de las tentaciones de Jesús en el
desierto.
Jesús
confirmaba la historia del Padre. Y, con ello, queda ya la fórmula de la Trinidad :
Jesús-confirmación-Padre; o, en términos más elevados: Hijo-Espíritu-Padre,
independiente-mente de cómo se barajeé, la posición del Padre y del Hijo. No
importa, el resultado es el mismo: la historia. En donde el Espíritu,
definitivamente es la clave de la confirmación, o la confirmación misma.
Tenemos que
volver a la cita que nos tiene tan entusiasmados para re-leerlas desde los
descubrimientos hechos. Verán, que, ahora, tiene otro sabor y otro sentido,
quizás, el auténtico:
Lucas 4, 1-14:
Jesús, lleno de Espíritu Santo, se
volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante
cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo
de ellos, sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de
Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.»
Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.»
Llevándole a una altura le mostró en un
instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: «Te daré todo el
poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy
a quien quiero.
Si, pues, me adoras, toda será tuya.»
Jesús le respondió: «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás
culto.»
Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero
del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo;
porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te
guarden.
Y: En
sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»
Jesús le respondió: «Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.»
Acabada toda tentación, el diablo se alejó de
él hasta un tiempo oportuno.
Jesús volvió a Galilea por la fuerza
del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región.
Las tentaciones, como tal:
Ya, para qué
nos vamos a dedicar a las tentaciones, si todo quedó aclarado. Jesús, con el
auténtico sentido de la historia, por la conducción del Espíritu, las superó.
Sí estaba claro de lo que quería, porque lo quería el Padre, confirmado en el
Espíritu, está de más conjeturar porque ya la verdad está esclarecida. Su claro
sentido y conocimiento de la historia, también su historia, porque era la
historia del mundo-Dios, Dios-hombre. Ya lo teologizaba-humanizaba el
Evangelista San Mateo 1, 23: “Ved que la virgen concebirá y dará a luz un
hijo, y le pondrán por nombre “Emmanuel”, que traducido significa: «Dios con
nosotros.»
De todas
maneras para no quedar como desagradecidos, refiramos, solamente, las
tentaciones, sin entrar en detalles, pues quedó todo iluminado por el análisis
que se hizo:
Sintió hambre (primera tentación):
Entonces el diablo le dijo: «Si eres
Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.»
Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.»
El poder (segunda
tentación):
Llevándole
a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo
el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me
ha sido entregada, y se la doy a quien quiero.
Si, pues, me adoras, toda será tuya.»
Jesús le respondió: «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás
culto.»
Tercera tentación:
Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre
el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo;
porque está escrito: A sus ángeles te
encomendará para que te guarden.
Y:
En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»
Jesús le respondió: «Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.»
Acabada toda tentación, el diablo se
alejó de él hasta un tiempo oportuno.
En todas, y,
cada una, tenía claro el sentido de la historia. Sabía a qué venía: a cumplir
la historia. La teología-humanidad; Dio-hombre; paz-hombre. El evangelista, al
final, sin embargo, deja abierta la posibilidad de otra tentación: hasta un
tiempo oportuno: en el Huerto de los Olivos, vísperas de la Pasión , Muerte,
Resurrección. Otro opuesto: muerte-resurrección.
La misma
manera de terminar el relato tiene una teología de los opuestos: ahora-después
(acabada-tiempo oportuno).
Aplicación teológica-histórica para nuestras vidas de las
tentaciones de Jesús en el desierto:
La diferencia
entre Jesús y nosotros, está, en que, nosotros, sí perdemos el sentido de la
historia. Perdemos el sentido del pasado y del futuro. Perdemos nuestro sentido
del ayer, y, con ello, el de mañana. El presente está representado por cada ocasión.
Y, es, en el presente, justamente, ahí, donde se nos pierde el sentido de
nuestra historia. Y, es, cuando, entonces, se nos presenta el cambio de rumbo,
de brújula, de situaciones. Se nos olvida mirar atrás, donde está el sentido de
nuestra auténtica historia. Y, chupulún, los problemas en que nos metemos.
Entonces, los lamentos y ayes.
¿Dónde está
el problema? Nuestro sentido de la historia. Nuestras amnesias respecto a
nuestro ayer, en donde se hicieron grandes o pequeñas decisiones u opciones. Ahí,
está la diferencia.
Sin embargo,
para consuelo, miremos la parábola del trigo y de la cizaña, que analizamos en
un apartado anterior. ¡Qué reconfortante, entonces, esa parábola!
Es, entonces,
cuando este libro se convierte en especial, con su gran descubrimiento de las
riquezas teológicas. ¡Cómo negar, pues, que vale la pena que perdamos el
tiempo, en esta pérdida de tiempo!
Como es
evidente que Jesús no perdió el sentido de la historia, y con ello, de la suya
propia, y, no podía perderla, desde nuestros análisis; pero, como, también es
evidente, que nosotros, sí la perdemos, reconfortémonos con los mismos detalles
de las tentaciones, relatadas por el Evangelista San Lucas, teniendo en cuenta
algunos elementos de utilidad, como los siguientes:
El desierto:
¿Dónde
suceden las tentaciones? En el desierto, nos refería el Evangelista San Lucas.
¿Qué se puede entender por en el desierto?
Ya la palabra
lo está diciendo: en nuestras necesidades, en nuestras carencias, en nuestros
momentos “de estar necesitados de”. Por ahí nos va a venir. Justo por ahí. Cada
cual las sabe: tal vez de pan.
¿Qué se
podría entender por pan? Lo que nos alimenta, definitivamente. ¿Y, qué nos
alimenta? Por un lado, el pan material, propiamente, dicho. Pero, por otro, los
otros panes: el afecto, la seguridad, la estima, la alegría, la diversión, el
ser tomados en cuenta, el sentirnos importantes, la familia... Por ahí, se nos
asoma el desierto, y, por ahí se nos puede ir la pérdida del sentido de la
historia.
Habíamos
dicho que el Espíritu es la confirmación en el Hijo por el Padre. Tal vez,
aplicado a nosotros, desde las perspectivas del Evangelista San Lucas, esa
constante confirmación de nuestra historia, de nuestro ayer, que será el mismo
mañana, nos ayudará, a no perder el auténtico sentido de nuestro presente
histórico. Mirar atrás, de vez en cuando.
¡Oh, perdón!
Estamos dando recetas. No es nuestra tarea. Para eso existen tantos libros de
psicología práctica y vivida que abundan por todas partes.
¡Perdón!
Nuestra tarea
era hacer teología. Más de ahí, es perder, justamente, la perspectiva
¡Epa, pues!
Terminemos
con la parte final del mismo Evangelista analizado en este capítulo: Acabada
toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.
No es muy
halagador que digamos. Pero, es. Y que nos asista, igualmente, el Espíritu,
para confirmar, precisamente, cuando estemos en la tentación del Huerto de los
Olivos, que es donde se volvió a presentar la tentación a Jesús. Sin olvidar,
que todo termina y se completa, nada, más, y, nada, menos, que en la Cruz.
¡Que el
Espíritu nos asista!
Amén.
¿Y, sí nos
vemos envueltos en la tentación y sucumbimos?
Tenemos a
Pedro y a Judas Iscariote, como modelo y ejemplos teológicos-humanos. Pedro, no
perdió las perspectivas y volvió a su camino. ¿Judas Iscariote? Ahí, la
diferencia.
¿Será el
asumir la verdadera experiencia del jardín del Edén?
Pareciera.
Y estamos, o
por lo menos, tenemos que estar en la experiencia del jardín de Edén porque
allí nos ha colocado Dios, al menos, como proyecto teológico. Esa es la paz. No
otra.
Octava Conferencia:
“Así en la tierra como en cielo”
"Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la
tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y
perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros
deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal", (Mateo
6:9-13).
La paz en el hombre es
posible (el niño de Belén es su garantía):
Estamos hasta
aquí claro que la paz experimentada en la experiencia del jardín del Edén es
posible revivirla. A eso viene el niño de Belén. Porque ese el proyecto querido
por Dios.
Ahora bien: ¿dónde
y cuando se realiza el proyecto del jardín del Edén, según el Génesis? Si
seguimos todo el itinerario de la vida y del mensaje de Jesús, para lo que nos
ayuda el segundo paráclito[24],
tenemos que decir que en la realidad del Reino de los Cielos, propuesto por
Jesús. Aunque, en la vida de Jesús, por lo menos en la tierra, se realiza
justamente en el Huerto de los Olivos, primero, y, finalmente en la cruz, en su
muerte.
De hecho, en
la tentación del Huerto de los Olivos, se trata de la lucha y de la repetición
de la historia del Génesis, en donde se redime la historia en la petición
desgarradora, según los evangelios, de que “no se haga mi voluntad sino la
tuya” (cfr. Lucas 22, 38-42), al punto de “sudar como gotas de sangre”
(cfr. Lc. 22, 44). Sí; pero, eso se realiza de manera definitiva en el Hijo, en
su muerte, ¿pero, en el hombre, cuando se realiza? También justo ahí,
definitivamente. En eso consiste la Redención. ¿Pero, en una actitud práctica y
concreta en el transcurrir de la propia historia del hombre? Porque, allá, en
los Olivos y en el Gólgota se realiza de manera universal (teológica), pero, en
el hombre, de manera individual, se realiza en la práctica de la oración del
Padre nuestro.
De allí que
en la oración del Padre nuestro esté la síntesis de toda la experiencia del
jardín del Edén.
Enséñanos a
orar, le piden a Jesús sus discípulos, así como Juan les había enseñado a orar
a algunos de ellos, que ahora, eran discípulos de Jesús, y que antes lo habían
sido de Juan el Bautista. Por eso la petición: así como Juan les había enseñado
(cfr. Mt. 6,8).
Padre nuestro que estás en los cielos:
Mucho se ha
dicho y se dirá de esta oración. Muchas cosas nuevas seguirán siendo nuevas,
cada vez. Pero, entre otras de la muchas, nuevas, tal vez, en este análisis y
estudio con la experiencia del jardín del Edén, está en que Jesús está
colocando, y con ello enseñando, que el dueño del jardín es el dueño del
jardín: “Padre nuestro que estás en los cielos”.
En donde los
cielos, pudiera significar, dueño de todo y de todos.
¿No será un
reconocer, otra vez, y esta en la enseñanza de toda auténtica oración, de que
hay unos límites que hay que guardar, reconocer y promover al mismo tiempo? De
hecho, las diferencias entre “cielos” y “”cielo” en relación a tierra, que era
la relación, consiste en que cuando aparece en plural es para reconocer la obra
de Dios en lo creado, mientras que cuando aparece en singular es para marcar
las distancias entre el hombre y Dios (por ejemplo en la Torre de Babel).
¿A cuáles
“cielos” se refiere en la oración del Padre nuestro?
¿”Cielos” no
hará referencia a la universalidad de lo creado y que es necesario reconocerlo
y que tiene que ser así?
En un
estudio, bajo la inspiración de poeta, se ha hecho un estudio, un poco tímido
quizás, cuando se hizo, pero, ahora, con convicción y sorpresa maravillosa, de
que no es lo mismo “cielos” (en plural) que “cielo” (en singular) en la oración
del Padre nuestro[25]. Y
que ambas maneras tienen sus diferencias y la sorpresa está en que la propia
oración del Padre nuestro aparece su distinción. Justamente, en plural y en
singular, las dos maneras cuando aparece referidas en la oración que Jesús nos
deja como modelo de oración.
Cuando se
reflexionaba entonces sobre las diferencias y se dedicaba tiempo y estudio para
descubrirlas se relacionaba al cielo con el corazón y a la tierra con la
cabeza. Sorpresas de poeta que han dado sus resultados, por lo menos para quien
se arriesgaba a ello. No es sino una aproximación a las mismas verdades por
caminos distintos, pero experiencias válidas, en todo caso. Ahí se dejan los
resultados.
¿Y esa
experiencia, desde la oración, no es la misma que la del jardín del Edén, y,
también de la del Reino de los Cielos?
En la
relación de poeta se descubría que en la oración del Padre nuestro, Jesús, nos
enseña que tenemos que pedir que se haga la voluntad de Dios, que ya se hace en
lo creado, que se haga en nuestras realidades históricas, para hacer juntos el
Reino que Dios quiere.
Y, así, como
ya se hace la voluntad del Padre (que es nuestro) en todo lo creado, porque
suyo es el jardín, y es su dueño, nos enseña que pidamos que se haga también su
voluntad en el cielo del hombre.
Aquí estaba
la sorpresa del descubrimiento, entonces, de las diferencias de “los cielos” y
del “cielo”, como haciendo insistencia que, justo ahí, está y estaba la
diferencia.
Porque ya en
lo creado se hace la voluntad del Padre (los cielos), pero, no así, en cambio,
en el hombre (el cielo).
Igual se
podría aplicar a la experiencia del jardín del Edén.
¿Dónde está el
problema? En que se ha perdido la capacidad de la relación Creador-Criatura.
Tal vez, en eso consista la clave de la oración del Padre nuestro: que nos está
recordando el rescate de esa relación.
En Jesús se
da el restablecimiento de las relaciones perdidas en el sentido del libro del
Génesis.
Y parece
lógico esta nueva manera de mirar los textos bíblicos.
Porque, en el
relato del Génesis, el problema se presentó por la fruta del árbol
prohibido: no comerás, so pena de
muerte. El hombre infringe (en sentido teológico) y en la oración del Padre
nuestro, se nos enseña que pidamos que el Padre nos dé el pan de cada día.
¿Habrá alguna relación a esa experiencia del jardín del Edén en la rica oración
del Padre nuestro? Pareciera.
¿En el caso
(teológico) del libro del Génesis Dios iba a abandonar a la criatura y le había
desprovisto de comida en el jardín del Edén? Según el relato (su sentido
teológico) el hombre podía disponer de todo. Pero, había un recordatorio: no
comer del árbol prohibido (su sentido teológico-bíblico)
¿No nos está
recordando el mismo Jesús, que pidamos que nos dé el pan cotidiano, y que no
nos deje caer en tentación?
¿De qué
tentación nos estará previniendo Jesús en la oración del Padre nuestro? Si nos
ceñimos al texto del Génesis con su rica carga de contenido teológico, está
claro, que nos libre, así como en el Génesis, de caer en la tentación de
necesidades que no tenemos, porque ya lo tenemos todo, y podemos disponer de
todo, porque estamos, precisamente, en el jardín del Edén, y todo, absolutamente
todo nos está permitido.
¿Por qué
inventarnos necesidades que no tenemos? ¿Será que nos hace falta lo que creemos
que nos hace falta? ¿Nos hace falta porque nos hace falta, o nos falta porque
las circunstancias nos han creado necesidades artificiales?
¿No será esa
la tentación?
¿No será que
el entorno nos hace perder el sentido de la historia, tanto teológica y
personal, y, ahí, será que nos está previniendo el propio Jesús, que pidamos no
caer?
¿En el caso
de las tentaciones de Jesús en el desierto, no estaba sucediendo la misma
historia del diálogo entre la serpiente y la mujer? ¿No le estaría creando la
situación una necesidad artificial, ser dueño del mundo, cuando ya lo era? ¿Ser
dueño de qué más sí ya lo era?
¿Dueños de
qué? ¿No será de la historia? ¿Y de la historia personal, que ya es,
implícitamente, la teológica, es decir, la estancia a plenitud de la
experiencia del jardín del Edén?
Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo:
El
problema está en que cada cabeza es un mundo, como se dice, aun cuando digan
que es filosofía barata. Lo será, pero, sin duda, que cada cabeza es un mundo. Cada
cual tiene su manera de bajar las escaleras como lo señalan el cantor y el
poeta (Antonio Machado y Juan Manuel Serrat, o quien lo diga).
Aquí
radica la esencia del jardín del Edén y su experiencia. En que cuando se
realiza la separación de “los cielos” de “el cielo”(Dios y hombre por
separados) se suceden las historias.
En
eso consiste la pérdida de la paz. Y tiene que perderse la paz. Se pierde la
relación de la experiencia del jardín del Edén. Hay una inversión.
Venga tu Reino:
Cuando
se dan las relaciones con sus características de relación sucede, entonces, el
Reino. O su vuelta al jardín del Edén. Esa es la paz que el niño de Belén viene
a traernos y que es el objetivo de la noticia de los ángeles a los pastores.
¿Pero,
dónde y cuándo sucede ese Reino?
En
las bienaventuranzas. Y eso está, implícito en la misma oración del Padre
nuestro, y en todo el programa que Jesús nos da, según los mismos evangelios. Y
que será el tema del siguiente capítulo.
Novena Conferencia:
(La clave, centro y
culmen del Retiro Espiritual de este año)
"Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el
reino de los cielos”
Mateo 5:2-11
·
"Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
·
Bienaventurados
los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
·
Bienaventurados
los que lloran, porque ellos serán consolados.
·
Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
·
Bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
·
Bienaventurados
los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
·
Bienaventurados
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
·
Bienaventurados
los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos.
·
Bienaventurados
seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de
mal contra vosotros por mi causa".
En la Bienaventuranzas se
experimenta la experiencia del jardín del Edén:
Todo
el programa, por decirlo de alguna manera, del proyecto de vida que propone
Jesús, el niño que nace en Belén, aparece en las Bienaventuranzas. Y si seguimos
nuestra relación es lo mismo la experiencia del jardín del Edén al Reino de los
Cielos, que propone Jesús en su predicación.
“Ha
llegado el Reino de los Cielos” es la constante del mensaje de Jesús. El
Reino de los Cielos es semejante a la levadura, al sembrador, al pescador,
a las vírgenes prudentes, etc. Todo para insistir que ha llegado el Reino de
los Cielos, y es un hecho, en su persona, primero, y en su proyecto de vida.
Y
en las Bienaventuranzas se hace realidad, como proyecto de vida, el “venga
a nosotros tu Reino” de la oración del Padre nuestro. En esta oración
se nos enseña que pidamos que se haga realidad la unidad de los dos “cielos”
(el de Dios y el del hombre) para que se haga un solo el Reino, el del Padre
que está en los cielos. Porque en lo creado se hace ya realidad el reino de
Dios, menos, por lo visto, según las diferencias, en el hombre.
Pero,
para que esa petición pueda hacerse realidad, hay una condición y
recomendación: Pobres de espíritu. ¿Y, por qué no, exigencia?
Bienaventurados los pobres de espíritu :
La
idea sobre la que estamos girando en estas reflexiones es la de la experiencia
del jardín del Edén. En donde somos co-dueños y en donde podemos disponer de
todo. Es la voluntad querida por Dios según el proyecto teológico del libro del
Génesis.
Pero
para que sea la auténtica experiencia del jardín del Edén tiene que existir,
por sobre todo, la condición y el recordatorio de que no se es el dueño del
jardín. Se está colocado para vivir en él y de él. No para hacernos sus propietarios.
Aquí comienza el problema teológico según veíamos y según se desprende del
relato del Génesis.
La
condición para que sea absolutamente la experiencia del jardín del Edén es que
tengamos presente siempre esa realidad: el dueño es otro y no nosotros. El
dueño es el dueño. La relación Creador-Criatura.
Y
sí se da esa experiencia de la relación, en donde la dependencia es un hecho, a
pesar de la independencia que ya se tiene por derecho como Criatura, se da,
entonces, la experiencia de la pobreza. Se tiene y no se tiene al mismo tiempo.
Se posee pero no se es el dueño. Se puede porque se puede todo, pero, también
los demás pueden porque también son co-dueños y tienen los mismos derechos[26].
Todo es de todos. Y ahí está la clave de la relación y de la experiencia del
jardín del Edén. ¿Será ese el sentido del árbol prohibido?
¿Olvidar
esa relación de la experiencia será el inicio de la pérdida de la paz en el
hombre? Es evidente que, teológicamente, sí. Ahí está el inicio de muchos de
los males del hombre.
¿O,
sea, que la pérdida del sentido religioso, aún más, teológico, es decir, de fe,
es la pérdida del sentido de la relación Criatura-Creador? Pareciera.[27] Es
la repetición la historia de Caín, lamentablemente.
Es
lo que en las mismas Sagradas Escrituras se señala como dureza del corazón o de
dura cerviz[28]. ¿Será por eso que Caín
no podía levantar el rostro? Caín, entendido en el más estricto sentido
teológico de la relación Creador-Criatura en relación a la experiencia del
jardín del Edén (y también con la realidad del Reino de los Cielos).
EN LA PRIMERA BIENAVENTURANZA SE UNEN EL CIELO Y LA TIERRA :
POBRE DE ESPÍRITU:
De
donde, la condición más importante para asimilar la nueva realidad del Reino de
los cielos es ser pobre de espíritu. Es decir, como si se dijera, tener la
cabeza libre para poder captar las insinuaciones sutiles pero profundas del
corazón. O como si se dijera no tener nada o estar desposeído de reino, tal vez
de ideas, para captar el corazón.
Pero
no sólo captarlo sino generar la actitud consecuente de esa suave intuición.
Precisamente, porque se trata de un reino. Pero, un reino de actitudes y de
posturas existenciales y que el mismo evangelista señala: mansedumbre,
misericordia, justicia, transparencia de corazón. Y de la que me llama la
atención la parte que dice “Bienaventurados los que lloran, porque ellos
serán consolados”. Tal vez, porque los que lloran, son los que sufren
místicamente por la íntima comunicación del corazón y la cabeza, cielo
y tierra, y comprenden, al mismo tiempo, las maravillosas profundidades de ese
continuo padecer.
Reino
que no sólo es comprenderlo sino captarlo. Es decir, no sólo saberlo
racionalmente, sino de vivirlo existencialmente. Pues, la misma cita que
continúa a la de las bienaventuranzas marca automáticamente la diferencia. Dice
Mateo 5:20: “Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de
los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos”.
Precisamente, porque no se trata de
saberlo, pues de hecho todos lo sabemos racionalmente, de una o de otra forma.
Sino de generar otro tipo de relación interpersonal que es la de la justicia. Y
en ese mismo sentido la cita siguiente señala igualmente: Mateo 7:21: “No
todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos,
sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial”.
Voluntad del Padre en la que no habrá
diferencias ni preferencias, pues no se trata de pertenecer al grupo que lo
entienden sino que lo viven, como se señala en: Mateo 8:11: “Y os digo que
vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac
y Jacob en el reino de los Cielos”.
Y
como se trata precisamente de un reino éste mismo se anuncia: Mateo 10, 7: “Id
proclamando que el Reino de los Cielos está cerca”. Pero tan cerca que está
en nosotros mismos. Pero no hecho para todos, sino para quienes son capaces de
dar el paso de la cabeza al corazón, es decir quienes se violentan para poder
captar sus propios corazones en vez de la cabeza, pues dice el texto que
prosigue: Mateo 11:1: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el
Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan”.
En
ese mismo sentido está la respuesta del mismo Jesús al justificar la
comprensión y la diferencia, que no es discriminatoria sino la recompensa al
don de ser pobre de espíritu: Mateo 13:11: “Él les respondió: "Es que a
vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a
ellos no”.
Y,
enseguida, el evangelista nos da las comparaciones del Reino de los cielos en
las que la idea general es lo sutil y pequeño, como se puede ver en:
Mateo
13:24: “Otra parábola les propuso, diciendo: "El Reino de los Cielos es
semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo”. Mateo 13:31: “Otra
parábola les propuso: "El Reino de los Cielos es semejante a un grano de
mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo”. Mateo 13:33: “Les dijo
otra parábola: "El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó
una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo”. Mateo
13:44: "El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un
campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que
le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel. " Mateo 13:45:
“También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando
perlas finas”. Mateo 13:47: "También es semejante el Reino de los Cielos a
una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases”.
Se
reconoce inmediatamente el paso dado por quien quiere entrar en la nueva
dimensión de relación, pues dice el texto que continúa: Mateo 13:52: “Y Él
les dijo: "Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los
Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo
viejo.”
Pero
la única condición es, precisamente, ser pobre de espíritu del que el modelo
mismo es la capacidad de recibir y de percibir como la de un niño: Mateo 18:
1-4: “En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron:
"¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos”? y dijo: "Yo os
aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de
los Cielos”. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en
el Reino de los Cielos”.
Es
decir, lo que para el hombre adulto es una etapa superada, la de la niñez, y
considerada como una inmadurez el tener comportamiento de niños, a nivel de la
búsqueda, en la línea del Reino de los cielos es la condición principal para
estar en capacidad de pertenecer a ese nuevo reinado. Se podría decir que no
son los comportamientos que el hombre se ha forjado en su cabeza como los
ideales, sino todos los contrarios. Quizás en línea de asimilación y de la
sorpresa ante lo viejo y nuevo de cada cosa propia de la capacidad sencilla del
niño.
De
lo que puede decirse que a pesar de que los tienen el dominio de la cabeza
sobre las insinuaciones del corazón pueden, de hecho, acercarse, aunque ya lo
están, y captar las nuevas y eternas leyes del Reino que está en el hombre
mismo, pues en eso consiste la capacidad del niño, como se repite en la cita
inmediata a las que hemos señalado anteriormente: Mateo 19:14: “Mas Jesús
les dijo: "Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de
los que son como éstos es el Reino de los Cielos. "
De
lo que surge, automáticamente, la enseñanza sobre lo mismo de Jesús, de que es
difícil que un rico capte esta nueva dimensión, quizás porque tiene muchas
seguridades y muchas ideas en la cabeza, que está lleno de sí. Así dice así el
texto que continúa: Mateo 19:23: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos:
"Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos”.
Ya
que ser pobre de espíritu y niño, a la vez, es asimilar la sencillez del
corazón que exige menos y más que las complejidades de la cabeza. Vuelve Mateo
sobre las mismas ideas: Mateo 19:24: “Os lo repito, es más fácil que un
camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de
los Cielos”.
Pero
como la sencillez del corazón puede, a pesar de los razonamientos precisos y
organizados de la cabeza, conquistar al mismo tiempo, por sus suaves
insinuaciones a través de la estrecha e íntima comunicación entre ellos. Y
comprender, al mismo tiempo, las maravillas de las verdades insinuadas, que
prefiere, entonces, sacrificar sus precisiones y sus seguridades. Y dar
apertura y cabida, plenamente, a lo que siente y saborea como imperecedero y
sin comparación. Como lo expresa, de hecho, el evangelista: Mateo 19:12: “Porque
hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron
tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda".
Pues,
con todo lo que supone de extraordinario no deja de ser más que una invitación
casi susurrada e imperceptible, como bien lo dicen los textos que continúan a
la cita anterior de "quien pueda entender, que entienda", pues
dicen: Mateo 20,1: “En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la
mañana a contratar obreros para su viña”. Mateo 22,2: “El Reino de los
Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo”.
Invitación
que requiere la respuesta libre, pero que se puede convertir en una espada de
doble filo. Pues por no entenderse ni captarse se puede pretender que los
demás no respondan libremente a lo que sin la línea íntima de cabeza-corazón
no tiene ningún sentido. Ya lo dice: Mateo 23:13: “¡Ay de vosotros, escribas
y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos!
Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis
entrar”.
Mas no sólo respuesta como tal sino
el estar dispuesto y preparado. Así como se apunta, precisamente, en la última
cita del evangelio de San Mateo: Mateo 25,1: “Entonces el Reino de los
Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron
al encuentro del novio”.
EN LOS DEMAS LIBROS DEL NUEVO
TESTAMENTO:
De
lo que sigue la única cita, después de Mateo, en el Nuevo Testamento donde
aparece "Reino de los cielos" pues es frecuente, por el
contrario el uso de "Reino de Dios": I Corintios 15:50: “Os digo
esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos:
ni la corrupción hereda la incorrupción”.
Mas
de donde se origina la creación del hombre nuevo como consecuencia inmediata de
ese reino de los cielos, como se señala en:
Efesios 2:15: “anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para
crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz”.
Y
creando a su vez la nueva tarea por parte del hombre mismo de: Efesios 4:24: “y a revestiros del Hombre
Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad”.
Colosenses 3:10: “y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta
alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador”. Con la
certeza, precisamente, de que desde ahora todo está redimensionado, como lo
señala el Apóstol en Romanos 6:6: “sabiendo que nuestro hombre viejo fue
crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y
cesáramos de ser esclavos del pecado”.
En
donde no hay distinción, pues:
Colosenses 3:10-11: “y revestíos del hombre nuevo, que se va
renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su
Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro,
escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos”.
Y
en la que la, igualmente, la justicia nueva, como fruto de la misma pobreza de
espíritu, sigue siendo la nueva ley externa de comportamiento humano, ya que
hay, según, Colosenses 3:12-13: “Revestíos, pues, como elegidos de Dios,
santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre,
paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene
queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonáos también vosotros”.
Pero,
no una justicia, meramente humana, sino en la nueva dimensión del amor, que es,
precisamente, la gran novedad y la característica especial de la realización y
manifestación del "Reino de los cielos": Colosenses 3:14: “Y por encima de todo
esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección”.
¿El Reino de los cielos (o la experiencia del jardín
del Edén) será una proyección o una realidad?:
A
este punto cabe la pregunta: ¿entonces, el Reino de los cielos o la experiencia
del jardín del Edén, será una proyección de algo que no se puede alcanzar
históricamente? ¿Tendrán razón los filósofos como Feurbach o Marx y otros que
señalan que la religión se convierte en opio para el pueblo porque se coloca en
un futuro inalcanzable, después de la muerte, lo que no se puede alcanzar
históricamente? ¿Será una quimera?
No
es nuestra tarea, sino hacer teología. Y ahí están los datos.
En
todo caso, vamos a colocar el aporte maravilloso que hace Erasmo de Rótterdam
en su libro Elogio a la locura, en donde en tono de burla y de
ironía a la época, resalta que es necesario un cierto toque de locura para que
la vida, sobre todo en sociedad, tenga sentido. Y en el que critica ciertas
posturas aparentemente sabias y únicas, por lo menos auto-consideradas así, y
como modelos, y que no son sino una experiencia de alejamiento de la auténtica
experiencia del jardín del Edén, siguiendo nuestros descubrimientos y
hallazgos.
Décima Conferencia:
Algunas añadiduras que pueden ser útiles para complementar todo lo
anterior
Todo
lo que se diga, a partir de ahora, por lo menos en estas reflexiones no están
sino como apéndices. Hemos llegado al culmen en el capítulo anterior.
Cielos-cielo
(corazón-cabeza). Ya lo ha dicho Karl Raher, que “el cristiano del futuro o es
hombre místico o perderá su sentido cristiano de la historia”. La experiencia
del Jardín del Edén o lo que es lo mismo a la experiencia existencial del
proyecto teológico querido por Dios. Esa es la paz que el niño de Belén viene a
traer al hombre. Y es posible, porque es la experiencia inicial de la criatura:
ha vivido y sabe de la experiencia del jardín del Edén. Porque sabe y conoce de
esa experiencia es que se da la relación Creador-Criatura, y puede mantenerse
en el tiempo personal de cada uno y de todos.
Exige
la pobreza de espíritu, como un niño, en esa nueva relación, que al fin y al
cabo, es ya vieja, porque el hombre ha tenido experiencia de ello. Y la ha
tenido porque es el proyecto originario de Dios para el hombre (Génesis). Pero
la ha olvidado en el transcurso de su historia individual y particular, ya
porque ha tenido circunstancias o elementos que le han hecho crear necesidades
de pan ajeno, distinto de su propia historia; ya, porque se ha enajenado.
La
enajenación es realmente nuestro peligro. Porque es la pérdida del sentido real
de la historia. Y, por consiguiente, nuestra pérdida del auténtico sentido de
la experiencia en el jardín del Edén.
Y,
ahí, están todos los problemas. Al perder nuestro sentido de la experiencia del
jardín del Edén vienen de inmediato posiciones que no hacen más que
distanciarnos cada vez más. Tal vez como la de Caín, en el caso teológico del libro
del Génesis. Pero, también en posiciones moralistas que hacen que otros se
limiten en el goce pleno de la misma experiencia, que tal vez, nosotros no
estamos en capacidad de revivir. Es triste, pero la historia es la historia.
Como
nuestra tarea no es ser moralistas, nos libre Dios de semejante atrocidad,
busquemos en los mismos evangelios para encontrar posiciones negadoras de la
experiencia del jardín del Edén. Y, sí en algo, nos vemos en ellas como
reflejados, que volvamos al encuentro del niño de Belén y que es la noticia de
los ángeles a los pastores, porque se trata de la «Gloria a Dios en las
alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»
Posiciones en
los evangelios negadoras de la experiencia del jardín del Edén:
Actitud de los fariseos y otros:
Sobre el
sábado y el tiempo (la historia):
Lc. 6, 1-5:
Sucedió que cruzaba en sábado por
unos sembrados; sus discípulos arrancaban y comían espigas desgranándolas
con las manos. Algunos de los fariseos
dijeron: «¿Por qué hacéis lo que no es lícito en sábado?» Y Jesús les respondió: «¿Ni siquiera habéis
leído lo que hizo David, cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios, y tomando los
panes de la presencia, que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, comió
él y dio a los que le acompañaban?» Y les dijo: «El Hijo del hombre es señor
del sábado.»
Lc. 7, 36-50:
Un fariseo le rogó que comiera con
él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa.
Había en la ciudad una mujer pecadora pública,
quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él,
comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de
su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume.
Al verlo el fariseo que le había invitado, se
decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la
que le está tocando, pues es una pecadora.»
Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que
decirte.» El dijo: «Di, maestro.»
Un acreedor tenía dos deudores: uno debía
quinientos denarios y el otro cincuenta.
Como no tenían para pagarle, perdonó a los
dos. ¿Quién de ellos le amará más?»
Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien
perdonó más.» El le dijo: «Has juzgado bien»,
y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en
tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies
con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos.
No me diste el beso. Ella, desde que entró, no
ha dejado de besarme los pies.
No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha
ungido mis pies con perfume.
Por eso te digo que quedan perdonados sus
muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco
amor muestra.»
Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan
perdonados.»
Los comensales empezaron a decirse para sí:
«¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?»
Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado.
Vete en paz.»
No
se trata tampoco de hacer un compendio donde aparezcan todos los casos de
negación a terceros de la experiencia del jardín del Edén. Hay muchos en los
evangelios y los conocemos. Tal vez, sería interesante referirlos todos, pero
quedémonos con la idea, para reflexionar en la posibilidad que muchas veces nos
hacemos también partícipes de esas negaciones de la experiencia del jardín del
Edén. Tal vez, es cuando sea el momento de acercarnos al sacramento de la
penitencia, sí en algo hemos entorpecidos ese acercamiento y experiencia.
En
todo caso, la experiencia del jardín del Edén, conlleva la posición humilde y
sencilla de la libertad de los hijos de Dios. Concepto e idea y praxis que hay
que rescatar, aún en nuestros ambientes en los pequeños espacios que nos toca
ocupar en el jardín del Edén. Eso nos llevará a vivir en paz y con paz, que es
la gloria de Dios y la gloria a Dios.
Lo
más importante de todo es que en la
Misa , al final, solemos hacer la oración de la libertad de
los hijos de Dios, en la experiencia maravillosa (teológica y humana al mismo
tiempo). Ya lo recoge la
Iglesia en su ritual litúrgico, precisamente, porque la Iglesia intuye y
experimenta esa experiencia de la relación Creador-Criatura, como fruto de la
conducción del Espíritu Santo, quien es el que sabe lo que agrada a Dios, y
conduce nuestros corazones para saber pedir al Padre lo que nos conviene, a
través del hijo, que no es otra realidad, que el mismo niño que nace en Belén y
que es el objetivo de la noticia de los ángeles a los pastores, según
comenzábamos en esta experiencia de los retiros espirituales de este año. Y con
la que terminamos porque sobre esa gran verdad transcurrió todo nuestro
recorrido en este año.
Terminamos
con la oración del Misal en donde se pide que vivamos la experiencia del jardín
del Edén, en la experiencia consecuencial de la libertad de los Hijos de Dios.
Décima primera Conferencia:
“Líbranos, Señor, de todos los males
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador, Jesucristo.”[29]
En
la celebración de la
Eucaristía , después que se ha leído la Palabra de Dios, se la ha
reflexionado, tratando de comprender a Jesús y su mensaje; después, de repetir,
por mandato suyo e iniciativa, bajo la acción del Espíritu Santo, las mismas
Palabras del Hijo en la Última Cena, y con ello, se perpetúa el misterio de la Redención realizada el
Viernes Santo; antes de recibir en sacramento esa realidad redentora y de la
redención; el ministro consagrado hace la oración de la experiencia del jardín
del Edén, según el libro del Génesis. Y con ella, se junta la antropología
teológica, el proyecto querido por Dios desde la creación para el hombre, con la Cristología ,
justamente, porque todo el plan de Dios se realiza y se personaliza en la
persona de su Hijo, que es nuestra historia y nuestra esperanza.
Se
junta así principio y fin. Principio: el proyecto querido por Dios. Fin: en la
realización de su Hijo muy amado en donde se realiza de manera plena y completa
la única experiencia válida para la criatura: la experiencia del jardín del
Edén.
Ya
lo dice la oración: “Líbranos, Señor, de todos los males”. ¿De cuáles
males? Pues, si somos fieles a nuestro análisis, al de perder la experiencia de
la relación en el jardín del Edén. Después: “y concédenos la paz en nuestros
días”. Porque se da la relación de que sí no se pierde la maravillosa
experiencia del jardín del Edén, en el Edén, se vivirá en paz. La paz que viene
a traernos el niño de Belén y que es la noticia de los ángeles a los pastores,
según el evangelista San Lucas.
“Para que,
ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de
toda perturbación”, continúa la oración. ¿De cuál perturbación? Si seguimos
lo que hemos descubierto, pues, de la tentación de cambiar la experiencia de la
relación Creador-Criatura, en donde no tengamos necesidad de inventarnos
“panes” (o circunstancias) que no sean los que ya tenemos en el jardín del Edén,
y no perdamos nuestro sentido de la historia (la personal e individual, y, al
mismo tiempo la teológica).
Todo en
función de la espera del mismo niño de Belén y que es la noticia de los ángeles
a los pastores: “mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro
Salvador, Jesucristo”.
¿No es
hermosa, entonces, la realidad que hemos recordado?
Ha sido un
recorrido teológico, sin duda, desde la comprensión de Revelación del misterio
de la experiencia del jardín del Edén. En el sentido auténtico de la fe.
En nada se ha
pretendido herir sensibilidades espirituales. Se ha hecho, desde la fe, un
recorrido teológico de la experiencia de la paz del hombre y que es la gloria
de Dios y la gloria a Dios.
Terminamos
como comenzamos:
Lucas 2, 8-16 :
Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y
vigilaban por turno durante la noche su rebaño.
Se les presentó el Ángel del
Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.
El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría,
que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un
niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército
celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la
tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»
Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo,
los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo
que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.»
Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño
acostado en el pesebre.
Amén.
[1] Cfr.
RATZINGER, "El misterio pascual, raíz y objeto más hondo de la
devoción al Sagrado Corazón de Jesús"; conferencia en el Congreso
de Tolouse sobre el Corazón de Jesús, del 24 al 28 de julio de 1981, con motivo
del XXV aniversario de la encíclica Haurietis aqua.
[2] En otro estudio, pero bajo el
análisis de una multitud del coro de los ángeles, se analiza en el tomo II de
la colección Lo que aparece en los Evangelios (pero que no se dice)
este apartado de San Lucas.
[3] Cfr. P
Albarrán, D., Preguntas y respuestas de todo cristiano inquieto,
pp. 105-111. Allí se aplica los sentidos de Biblia, Sagradas Escrituras y
Revelación, con sus diferencias y relaciones.
[4] Recomendamos todos
los textos de Antropología Teológica, pero muy en especial el libro de
Francesco Rossi de Gasperis, SJ., La
Roca que nos ha engendrado, Ejercicios
Espirituales en Tierra Santa, Sal Terrae,, 1966.
[5] Cfr. San Agustín, La Ciudad
de Dios.
[6] Vale la pena mirar el poema de
Aquiles Nazoa,
[7] Se podría
mirar como referencia a Orianni Fallaci, una escritora italiana en su obra Carta
a un niño que nunca nació; también Teresa de la Parra en Ifigenia;
y, otros muchos autores.
[9] Existe un libro que hace una
colección de cuentos con moraleja, en la colección La culpa es de la vaca.
[10] Léon Dufour, habla sobre “la
teología bíblica” y las diversas teologías bíblicas y la humildad de cada
teólogo como un elemento de la búsqueda común enraizado en la comunidad
presente sin olvidar la visión de los demás teólogos, en distintas actitudes
ante el milagro en Los milagros de Jesús, Ediciones Cristiandad,
1979, Madrid, pp. 40-41.
[11] A este punto
recordemos las grandes discusiones en la historia entre los tomistas y los
escotistas. Los tomistas sostienen que